UNIDAD, SINODALIDAD Y ESPERANZA MARCAN EL CAMINO COMÚN HACIA EL FUTURO DEL CARISMA AGUSTINO RECOLETO
Los priores provinciales y el Prior General de los Agustinos Recoletos comparten sus impresiones al cierre del primer Encuentro de la Familia Agustino Recoleta. Unidad, sinodalidad y esperanza marcan el camino común hacia el futuro del carisma agustino recoleto.
La capilla de San Pío X, en el corazón de la Basílica de San Pedro, fue el escenario donde se pronunciaron las palabras finales de agradecimiento y envío tras el histórico Encuentro de la Familia Agustino Recoleta. Durante seis días, representantes de todas las ramas de esta gran familia religiosa compartieron momentos de reflexión, oración y comunión, con el objetivo de caminar juntos hacia una vivencia renovada del carisma agustino recoleto.
Fr. Miguel Ángel Hernández, Prior general de la Orden, expresó con emoción: “Hemos vivido la sinodalidad en familia, hemos reforzado vínculos, nos hemos escuchado, hemos sentido las necesidades de unos y de otros, y entendido que juntos somos más fuertes”. Subrayó que este encuentro ha sido un momento de gracia y gratitud, y que “los frutos deben sentirse en toda la Familia Agustino Recoleta”.
Por su parte, Fr. José David Niño, Prior Provincial de la Provincia Nuestra Señora de la Candelaria, destacó que este encuentro ha sido una verdadera experiencia de Pascua:
“Regresamos a nuestros países a predicar que Cristo resucitado es el sentido de nuestra vida”. Invitó a dejarse guiar por la Virgen María bajo las advocaciones propias de la Orden para llevar adelante los compromisos asumidos.
Fr. Bernard Amparado, Prior Provincial de San Ezequiel Moreno, se refirió al encuentro como “una gran esperanza que me llevo a los lugares donde servimos”. Aseguró que en medio de las diferencias, ha prevalecido la fraternidad agustiniana, recordando las palabras de San Agustín y la llamada del Jubileo: ser peregrinos sembradores de esperanza.
También Fr. Carlos González, Prior Provincial de San Nicolás de Tolentino, puso el acento en la dimensión jubilar de esta experiencia: “Este año jubilar no sucede tan a menudo, y Dios nos ha bendecido al permitirnos vivirlo en familia”.
Añadió que las gracias recibidas no son solo para los participantes, “sino para todo el pueblo al que servimos. Las bendiciones que hemos recibido también serán para ellos”.
Finalmente, Fr. Javier Tello, Prior Provincial de Santo Tomás de Villanueva, ofreció una imagen clara del espíritu del encuentro: “Si algo nos ha enseñado este encuentro es que, siendo piezas distintas, de distintos tamaños, colores e idiomas, podemos seguir construyéndonos como una sola familia”. Hizo un llamado a la fidelidad al carisma y al compromiso con la Iglesia:
“Que seamos lo que proclamamos: una sola alma y un solo corazón”.
Con emoción y gratitud, los superiores mayores colocaron simbólicamente los frutos de este encuentro a los pies de San Pedro, pidiendo la intercesión del apóstol y confiando en que esta experiencia siga dando vida en todas las presencias de la familia Agustino Recoleta en el mundo.
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ROMA ACOGERÁ EL ENCUENTRO DE LA FAMILIA AGUSTINO RECOLETA DEL 18 AL 23 DE MARZO
Roma será sede de un encuentro sin precedentes que reunirá a los principales responsables de las distintas ramas que conforman la Familia Agustino Recoleta. En la carta de convocatoria, el Prior general, Fr. Miguel Ángel Hernández, destacó la “necesidad de vivir internamente la sinodalidad propuesta por la Iglesia antes de promoverla externamente”. Para ello, del 18 al 23 de marzo de 2025, se buscará promover una mayor cercanía, colaboración y autenticidad “entre todos los que conformamos la gran Familia Agustino Recoleta”.
El encuentro contará con la participación del Prior general y su Consejo, los priores provinciales, vicarios y delegados de todas las provincias, las Madres Federales de las Monjas Agustinas Recoletas de España y México, así como las superioras generales de las Augustinian Recollect Sisters, las Agustinas Recoletas del Corazón de Jesús , las Misioneras Agustinas Recoletas, las Agustinas Recoletas de los Enfermos, y la Presidenta Federal de la Orden de las Comendadoras de Santiago, recientemente asociadas a la Orden.
El Prior general admite que, “aunque las relaciones entre las diversas ramas Agustino Recoletas son generalmente positivas, aún hay margen para mejorar”.
Igualmente, ha subrayado la importancia de este encuentro, señalando: “Sorprende que, a pesar de considerarnos una familia, nunca hayamos promovido un encuentro entre los responsables de toda la familia Agustino Recoleta”.
Entre los objetivos del encuentro destacan el fomento del conocimiento mutuo y la creación de auténticos lazos de comunión, la profundización del carisma y espiritualidad agustiniana, y la búsqueda de proyectos conjuntos que fortalezcan la colaboración interinstitucional. Además, se explorará cómo apoyarse mutuamente, identificar necesidades comunes y compartir recursos y materiales beneficiosos para todos.
Durante esos días, se promoverán los momentos de oración compartida, charlas formativas sobre temas como la transmisión del carisma a los laicos, la formación permanente, la revitalización del carisma y otros temas de actualidad que presentarán los responsables de organismos de la Orden. También habrá espacios de trabajo en grupo, intercambio de experiencias y convivencia fraterna.
Además de profundizar en sus relaciones y objetivos comunes, los asistentes tendrán oportunidad de recorrer algunos lugares emblemáticos de Roma y participar en las celebraciones del Jubileo 2025, cuyo lema, «Peregrinos de la Esperanza», ha asumido la Orden en este año.
Durante el desarrollo del Encuentro la Oficina de comunicación de la Orden irá ofreciendo la experiencia de la mano de sus protagonistas.
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LAS AGUSTINAS RECOLETAS DE ESPAÑA INAUGURARON SU ASAMBLEA FEDERAL EN MARCILLA
Con la presencia del Prior general, Fr. Miguel Ángel Hernández, el pasado 4 de marzo, se inauguró la Asamblea de la Federación de Monjas Agustinas Recoletas de España en el convento de Marcilla. Este encuentro, que reúne a 39 monjas representantes de los monasterios federados, tiene como objetivo principal la elección de la nueva Presidenta de la Federación para los próximos seis años.
La jornada de apertura estuvo marcada por la celebración de la Misa del Espíritu Santo, presidida por el Prior general, quien en su homilía subrayó la importancia de la confianza en Dios y la superación de los miedos que puedan surgir en la vida monástica. «Estamos anclados en la esperanza, ese es el lema de esta Asamblea. Sabemos en quién hemos puesto nuestra confianza», afirmó Fr. Miguel Ángel.
En la jornada inaugural también estuvieron presentes los vicarios de las Provincias Santo Tomás de Villanueva y Ntra. Sra. de la Candelaria, Fr. José María Sánchez y Fr. Lorenzo Pérez, respectivamente, el asistente de la Federación de España, Fr. Jesús Lanao, y otros religiosos de la comunidad de Marcilla.
El Prior general invitó a las monjas a abrirse al Espíritu Santo y permitirle ser el verdadero protagonista de este encuentro: «Permitan que el Espíritu les hable, les inspire y les impulse a vivir la aventura que Dios tiene preparada para la Federación. Sean valientes, ¡No tengan miedo!». Asimismo, llamó a reflexionar sobre la necesidad de evitar estructuras rígidas que puedan sofocar la vida comunitaria:
«Las estructuras deben estar al servicio de la persona y no la persona al servicio de las estructuras».
Otro de los puntos destacados de su intervención fue la riqueza de la diversidad en las comunidades religiosas: «La diversidad cultural, étnica y racial que se va imponiendo en vuestros conventos es una riqueza. No son extranjeras, son hermanas. Dios no nos pide el pasaporte, nos pide el corazón». Además, resaltó la importancia de la formación permanente para evitar la frustración en la vida religiosa y fomentar una vida comunitaria alegre y fraterna.
El mensaje final del Prior general fue una llamada a dejarse sorprender por Dios y a no caer en la trampa de un cristianismo controlado:
«Hemos convertido el viento huracanado del Espíritu en aire acondicionado. Hemos domesticado al Espíritu, lo tenemos amarrado de pies y manos porque no nos gustan las sorpresas».
Fr. Miguel Ángel invitó a las monjas a abrirse a la acción del Espíritu para que esta Asamblea sea un verdadero Pentecostés.
Las Agustinas Recoletas continúan con sus sesiones de trabajo en un ambiente de diálogo y discernimiento, confiadas en que esta Asamblea será un espacio de renovación y fortalecimiento para la Federación. En los próximos días se conocerá el nombre de la nueva Presidenta, quien guiará a la Federación en los desafíos de los próximos seis años.
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MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO PARA LA CUARESMA 2025: Caminemos juntos en la esperanza
Mensaje del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas:
Con el signo penitencial de las cenizas en la cabeza, iniciamos la peregrinación anual de la santa cuaresma, en la fe y en la esperanza. La Iglesia, madre y maestra, nos invita a preparar nuestros corazones y a abrirnos a la gracia de Dios para poder celebrar con gran alegría el triunfo pascual de Cristo, el Señor, sobre el pecado y la muerte, como exclamaba san Pablo: «La muerte ha sido vencida. ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está tu aguijón?» ( 1 Co 15,54-55). Jesucristo, muerto y resucitado es, en efecto, el centro de nuestra fe y el garante de nuestra esperanza en la gran promesa del Padre: la vida eterna, que ya realizó en Él, su Hijo amado (cf. Jn 10,28; 17,3) [1].
En esta cuaresma, enriquecida por la gracia del Año jubilar, deseo ofrecerles algunas reflexiones sobre lo que significa caminar juntos en la esperanza y descubrir las llamadas a la conversión que la misericordia de Dios nos dirige a todos, de manera personal y comunitaria.
Antes que nada, caminar. El lema del Jubileo, “Peregrinos de esperanza”, evoca el largo viaje del pueblo de Israel hacia la tierra prometida, narrado en el libro del Éxodo; el difícil camino desde la esclavitud a la libertad, querido y guiado por el Señor, que ama a su pueblo y siempre le permanece fiel. No podemos recordar el éxodo bíblico sin pensar en tantos hermanos y hermanas que hoy huyen de situaciones de miseria y de violencia, buscando una vida mejor para ellos y sus seres queridos. Surge aquí una primera llamada a la conversión, porque todos somos peregrinos en la vida. Cada uno puede preguntarse: ¿cómo me dejo interpelar por esta condición? ¿Estoy realmente en camino o un poco paralizado, estático, con miedo y falta de esperanza; o satisfecho en mi zona de confort? ¿Busco caminos de liberación de las situaciones de pecado y falta de dignidad? Sería un buen ejercicio cuaresmal confrontarse con la realidad concreta de algún inmigrante o peregrino, dejando que nos interpele, para descubrir lo que Dios nos pide, para ser mejores caminantes hacia la casa del Padre. Este es un buen “examen” para el viandante.
En segundo lugar, hagamos este viaje juntos. La vocación de la Iglesia es caminar juntos, ser sinodales [2]. Los cristianos están llamados a hacer camino juntos, nunca como viajeros solitarios. El Espíritu Santo nos impulsa a salir de nosotros mismos para ir hacia Dios y hacia los hermanos, y nunca a encerrarnos en nosotros mismos [3]. Caminar juntos significa ser artesanos de unidad, partiendo de la dignidad común de hijos de Dios (cf. Ga 3,26-28); significa caminar codo a codo, sin pisotear o dominar al otro, sin albergar envidia o hipocresía, sin dejar que nadie se quede atrás o se sienta excluido. Vamos en la misma dirección, hacia la misma meta, escuchándonos los unos a los otros con amor y paciencia.
En esta cuaresma, Dios nos pide que comprobemos si en nuestra vida, en nuestras familias, en los lugares donde trabajamos, en las comunidades parroquiales o religiosas, somos capaces de caminar con los demás, de escuchar, de vencer la tentación de encerrarnos en nuestra autorreferencialidad, ocupándonos solamente de nuestras necesidades. Preguntémonos ante el Señor si somos capaces de trabajar juntos como obispos, presbíteros, consagrados y laicos, al servicio del Reino de Dios; si tenemos una actitud de acogida, con gestos concretos, hacia las personas que se acercan a nosotros y a cuantos están lejos; si hacemos que la gente se sienta parte de la comunidad o si la marginamos [4]. Esta es una segunda llamada: la conversión a la sinodalidad.
En tercer lugar, recorramos este camino juntos en la esperanza de una promesa. La esperanza que no defrauda (cf. Rm 5,5), mensaje central del Jubileo [5], sea para nosotros el horizonte del camino cuaresmal hacia la victoria pascual. Como nos enseñó el Papa Benedicto XVI en la Encíclica Spe salvi, «el ser humano necesita un amor incondicionado. Necesita esa certeza que le hace decir: “Ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni criatura alguna podrá apartarnos del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro” ( Rm 8,38-39)» [6]. Jesús, nuestro amor y nuestra esperanza, ha resucitado [7], y vive y reina glorioso. La muerte ha sido transformada en victoria y en esto radica la fe y la esperanza de los cristianos, en la resurrección de Cristo.
Esta es, por tanto, la tercera llamada a la conversión: la de la esperanza, la de la confianza en Dios y en su gran promesa, la vida eterna. Debemos preguntarnos: ¿poseo la convicción de que Dios perdona mis pecados, o me comporto como si pudiera salvarme solo? ¿Anhelo la salvación e invoco la ayuda de Dios para recibirla? ¿Vivo concretamente la esperanza que me ayuda a leer los acontecimientos de la historia y me impulsa al compromiso por la justicia, la fraternidad y el cuidado de la casa común, actuando de manera que nadie quede atrás?
Hermanas y hermanos, gracias al amor de Dios en Jesucristo estamos protegidos por la esperanza que no defrauda (cf. Rm 5,5). La esperanza es “el ancla del alma”, segura y firme [8]. En ella la Iglesia suplica para que «todos se salven» ( 1 Tm 2,4) y espera estar un día en la gloria del cielo unida a Cristo, su esposo. Así se expresaba santa Teresa de Jesús: «Espera, espera, que no sabes cuándo vendrá el día ni la hora. Vela con cuidado, que todo se pasa con brevedad, aunque tu deseo hace lo cierto dudoso, y el tiempo breve largo» ( Exclamaciones del alma a Dios, 15, 3) [9].
Que la Virgen María, Madre de la Esperanza, interceda por nosotros y nos acompañe en el camino cuaresmal.
Roma, San Juan de Letrán, 6 de febrero de 2025, memoria de los santos Pablo Miki y compañeros, mártires.
FRANCISCO
___________________
[1] Cf. Carta enc. Dilexit nos (24 octubre 2024), 220.
[2] Cf. Homilía en la Santa Misa por la canonización de los beatos Juan Bautista Scalabrini y Artémides Zatti (9 octubre 2022).
[3] Cf. ibíd.
[4] Cf. ibíd.
[5] Cf. Bula Spes non confundit, 1.
[6] Carta enc. Spe salvi (30 noviembre 2007), 26.
[7] Cf. Secuencia del Domingo de Pascua.
[8] Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 1820.
[9] Ibíd., 1821.
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LAS MISIONERAS AGUSTINAS RECOLETA EN LA MISIÓN DE BOCAS DEL PAUTO
El pasado domingo 23 de febrero, en la Eucaristía de 10:00 am, fueron presentadas las Misioneras Agustinas Recoletas, MAR; a la comunidad del corregimiento Bocas del Pauto, Trinidad, Casanare, donde realizarán un trabajo de evangelización conjunto con los religiosos agustinos recoletos. La Eucaristía fue presidida por monseñor Javier Pizarro, acompañado por fray José David Niño Gómez, Prior provincial; fray Juan Pablo Martínez Peláez, Secretario y algunos religiosos del Vicariato Apostólico de Trinidad, Casanare.
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¡El Anuario 2024 ya está disponible! Esta nueva edición recoge los momentos más importantes del año pasado y nos invita a reflexionar sobre la fuerza de los pequeños gestos bajo el lema «¿Aspiras a lo grande? Comienza por lo pequeño (Sermón 69)». A lo largo de sus páginas, el Anuario nos lleva de viaje por las distintas presencias de la Orden, destaca historias de entrega y testimonios de fe, y también presenta los nuevos proyectos que nacieron el 2024.
¡Descarga aquí el Anuario 2024!
El Anuario 2024 está dividido en varias secciones:
Reflexión y mensaje inicial
Este año, el lema que nos acompaña es claro, inspiradores el Sermón número 69 de san Agustín. En la carta inicial del Prior general, Fr. Miguel Ángel Hernández, se nos invita a valorar lo cotidiano, a reconocer la grandeza en lo simple y a redescubrir la importancia de la comunidad.
Grandes momentos del año
Desde la celebración del 125º aniversario de la presencia de los Agustinos Recoletos en Venezuela hasta el Congreso Misional de la Provincia San Ezequiel Moreno pasando por el encuentro de obispos agustinos recoletos en Brasil, el Anuario recopila los acontecimientos que han marcado este 2024.
Memoria gráfica
Dicen que una imagen vale más que mil palabras, y esta sección lo demuestra. A través de una selección de fotografías, podemos revivir los momentos más significativos del año: visitas a misiones, encuentros comunitarios y la labor incansable en distintas provincias.
Voces con historia
Una de las secciones más especiales del Anuario es la dedicada a las entrevistas y testimonios de quienes, con su trabajo y vocación, han dejado huella
en la vida de la Orden este año. En esta edición, el Secretario general, Fr. Luciano Audisio, ha compartido una mirada cercana sobre los desafíos y logros de este año. Fr. Luciano ha destacado la importancia de mantener viva la misión agustino recoleta en un mundo cada vez más cambiante. También ha hablado sobre los esfuerzos por fortalecer la sinodalidad, el papel de la formación en la vida religiosa y la necesidad de estar siempre atentos a las necesidades de las comunidades más vulnerables.
Otro testimonio destacado es el de Fr. Alonso Restrepo, quien ha abierto su corazón para hablar sobre su camino en la evangelización. Desde sus primeros años en la Orden hasta su labor actual, Fr. Alonso ha compartido experiencias que reflejan la esencia de la misión agustino recoleta: cercanía, servicio y amor al prójimo.
A través de sus palabras, hemos conocido la realidad de las comunidades a las que ha servido y cómo, en cada rincón del mundo, la fe sigue siendo un pilar fundamental para muchas personas.
Además de estas dos entrevistas principales, el anuario recoge relatos y testimonios de misioneros, educadores y agentes de pastoral que han trabajado incansablemente en sus comunidades. Son historias que reflejan el día a día de la vida religiosa, las alegrías y desafíos del apostolado, y el impacto que tienen las pequeñas acciones en la transformación de la sociedad.
Educación y misión pastoral
El Anuario 2024 destaca los avances y proyectos que la Red EDUCAR ha desarrollado a lo largo del año en los distintos centros educativos agustino recoletos. Uno de los enfoques principales ha sido la mejora continua en la calidad de la enseñanza y la implementación de nuevas metodologías basadas en el modelo pedagógico agustiniano. También se ha resaltado la expansión de programas de acompañamiento vocacional y pastoral juvenil.
La acción de ARCORES en 2024
La labor solidaria de los Agustinos Recoletos también tiene un espacio destacado en el Anuario 2024, donde se han presentado los proyectos más significativos desarrollados por ARCORES, la red internacional de solidaridad de la Orden.
Entre las iniciativas más relevantes del año, se encuentran programas de ayuda humanitaria en comunidades afectadas por crisis económicas y desastres naturales, así como el fortalecimiento de proyectos educativos y de seguridad alimentaria en distintas regiones del mundo.
El anuario también recoge historias de misión y servicio de voluntarios y religiosos que han llevado adelante estas iniciativas en contextos de vulnerabilidad. Se resalta, por ejemplo, la labor en zonas de
África y América Latina, donde la presencia de ARCORES ha significado oportunidades concretas para el desarrollo de comunidades marginadas.
El anuario, que pronto estará disponible en otros idiomas, es una invitación abierta a descubrir todo lo que ha pasado en nuestra comunidad durante 2024. ¡No te lo pierdas!
¡Descarga aquí el Anuario 2024!
¡EL ANUARIO 2024 YA ESTÁ DISPONIBLE!
HE ENCONTRADO ORO EN ROMA
Estoy a diez mil pies de altura, en un avión de vuelta a casa. Para ser alguien que le teme a volar, lo hago con bastante frecuencia. Y siempre, cuando salgo de casa y voy camino al aeropuerto, me embarga la misma pregunta: ¿Quién me manda salir de mi hogar, con lo bien que estoy ahí? Sin embargo, una vez que llego a mi destino, siempre disfruto enormemente la experiencia.
El pasado 19 de enero me embarqué en una nueva aventura aérea rumbo a Roma, para participar en el Encuentro de Comunicadores OAR, el Congreso de Profesionales de la Comunicación de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz y el Jubileo de los Comunicadores.
Mientras iba de camino, me quejaba del trabajo que dejaba pendiente y pensaba en todo el tiempo que “perdería”. Incluso, en medio de una turbulencia, llegué a arrepentirme de haber aceptado esta oportunidad. ¡Qué equivocado estaba!
Apenas llegué a Roma, me encontré con comunicadores maravillosos: algunos ya conocidos, otros verdaderos descubrimientos. Pero, sobre todo, me llené de esperanza.
Primero, pude compartir con mis hermanos de comunidad el regalo que significa comunicar el mensaje de los Agustinos Recoletos. Doy gracias a Dios por permitirnos encontrar en el camino a tantas personas que creen en nuestro proyecto como Familia Religiosa.
Después, conocer a tantos comunicadores, tanto en el congreso como en el jubileo, fue un verdadero regalo. Hombres y mujeres que viven con pasión y responsabilidad la labor de comunicar el mensaje más importante de todos:
¡Dios se ha hecho carne para habitar entre nosotros!
Al cruzar la Puerta Santa, experimenté un sentimiento de consolación. Comprendí que todo lo que hago en mi labor como comunicador no es por perseguir un ego personal ni por buscar mi propia gloria, sino por Él, que se entregó en la cruz por amor a mí. Y lo único que deseo comunicar es que Él nos amó primero.
También encontré la respuesta a la pregunta que siempre me hago al salir de casa rumbo al aeropuerto: Quien me envía es el Señor, que desea compartir su mensaje con el mundo a través de este pobre siervo y de tantos otros.
Durante estos días, me encontré con muchos comunicadores apasionados, cada uno una pepita de oro distinta: algunas más grandes, otras más acrisoladas, pero todas valiosas. Juntos, intentamos mostrar la corona de gloria de nuestro Señor.
Me quedo con las palabras de San Francisco de Sales: “Comunicar es cosa del corazón.”
Y, como todas las cosas del corazón, es necesario entrar en nuestro interior, y dejarnos moldear por el Señor. Solo así podremos encontrar oro y compartirlo con el mundo.
Fr. Alfonso Dávila, OAR
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MENSAJE DEL SANTO PADRE, EL PAPA FRANCISCO: «LA ESPERANZA NO DEFRAUDA» (RM 5,5) Y NOS HACE FUERTES EN LA TRIBULACIÓN
Celebramos la XXXIII Jornada Mundial del Enfermo en el Año Jubilar 2025, en el que la Iglesia nos invita a hacernos “peregrinos de esperanza”. En esto nos acompaña la Palabra de Dios que, por medio de san Pablo, nos da un gran mensaje de aliento: «La esperanza no defrauda» (Rm 5,5), es más, nos hace fuertes en la tribulación.
Son expresiones consoladoras, pero que pueden suscitar algunos interrogantes, especialmente en los que sufren. Por ejemplo: ¿cómo permanecer fuertes, cuando sufrimos en carne propia enfermedades graves, invalidantes, que quizás requieren tratamientos cuyos costos van más allá de nuestras posibilidades? ¿Cómo hacerlo cuando, además de nuestro sufrimiento, vemos sufrir a quienes nos quieren y que, aun estando a nuestro lado, se sienten impotentes por no poder ayudarnos? En todas estas situaciones sentimos la necesidad de un apoyo superior a nosotros: necesitamos la ayuda de Dios, de su gracia, de su Providencia, de esa fuerza que es don de su Espíritu (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 1808).
Detengámonos pues un momento a reflexionar sobre la presencia de Dios que permanece cerca de quien sufre, en particular bajo tres aspectos que la caracterizan: el encuentro, el don y el compartir.
Mensaje del Santo Padre Francisco – https://www.vatican.va/content/francesco/es/messages/sick/documents/20250114-giornata-malato.html
MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
CON OCASIÓN DE LA XXXIII JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO
11 de febrero de 2025
«La esperanza no defrauda» (Rm 5,5)
y nos hace fuertes en la tribulación
Queridos hermanos y hermanas:
Celebramos la XXXIII Jornada Mundial del Enfermo en el Año Jubilar 2025, en el que la Iglesia nos invita a hacernos “peregrinos de esperanza”. En esto nos acompaña la Palabra de Dios que, por medio de san Pablo, nos da un gran mensaje de aliento: «La esperanza no defrauda» (Rm 5,5), es más, nos hace fuertes en la tribulación.
Son expresiones consoladoras, pero que pueden suscitar algunos interrogantes, especialmente en los que sufren. Por ejemplo: ¿cómo permanecer fuertes, cuando sufrimos en carne propia enfermedades graves, invalidantes, que quizás requieren tratamientos cuyos costos van más allá de nuestras posibilidades? ¿Cómo hacerlo cuando, además de nuestro sufrimiento, vemos sufrir a quienes nos quieren y que, aun estando a nuestro lado, se sienten impotentes por no poder ayudarnos? En todas estas situaciones sentimos la necesidad de un apoyo superior a nosotros: necesitamos la ayuda de Dios, de su gracia, de su Providencia, de esa fuerza que es don de su Espíritu (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 1808).
Detengámonos pues un momento a reflexionar sobre la presencia de Dios que permanece cerca de quien sufre, en particular bajo tres aspectos que la caracterizan: el encuentro, el don y el compartir.
1. El encuentro. Jesús, cuando envió en misión a los setenta y dos discípulos (cf. Lc 10,1-9), los exhortó a decir a los enfermos: «El Reino de Dios está cerca de ustedes» (v. 9). Les pidió concretamente ayudarles a comprender que también la enfermedad, aun cuando sea dolorosa y difícil de entender, es una oportunidad de encuentro con el Señor. En el tiempo de la enfermedad, en efecto, si por una parte experimentamos toda nuestra fragilidad como criaturas —física, psicológica y espiritual—, por otra parte, sentimos la cercanía y la compasión de Dios, que en Jesús ha compartido nuestros sufrimientos. Él no nos abandona y muchas veces nos sorprende con el don de una determinación que nunca hubiéramos pensado tener, y que jamás hubiéramos hallado por nosotros mismos.
La enfermedad entonces se convierte en ocasión de un encuentro que nos transforma; en el hallazgo de una roca inquebrantable a la que podemos aferrarnos para afrontar las tempestades de la vida; una experiencia que, incluso en el sacrificio, nos vuelve más fuertes, porque nos hace más conscientes de que no estamos solos. Por eso se dice que el dolor lleva siempre consigo un misterio de salvación, porque hace experimentar el consuelo que viene de Dios de forma cercana y real, hasta «conocer la plenitud del Evangelio con todas sus promesas y su vida» (S. Juan Pablo II, Discurso a los jóvenes, Nueva Orleans, 12 septiembre 1987).
2. Y esto nos conduce al segundo punto de reflexión: el don. Ciertamente, nunca como en el sufrimiento nos damos cuenta de que toda esperanza viene del Señor, y que por eso es, ante todo, un don que hemos de acoger y cultivar, permaneciendo “fieles a la fidelidad de Dios”, según la hermosa expresión de Madeleine Delbrêl (cf. La speranza è una luce nella notte, Ciudad del Vaticano 2024, Prefacio).
Por lo demás, sólo en la resurrección de Cristo nuestros destinos encuentran su lugar en el horizonte infinito de la eternidad. Sólo de su Pascua nos viene la certeza de que nada, «ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni los poderes espirituales, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra criatura podrá separarnos jamás del amor de Dios» (Rm 8,38-39). Y de esta “gran esperanza” deriva cualquier otro rayo de luz que nos permite superar las pruebas y los obstáculos de la vida (cf. Benedicto XVI, Carta enc. Spe salvi, 27.31). No sólo eso, sino que el Resucitado también camina con nosotros, haciéndose nuestro compañero de viaje, como con los discípulos de Emaús (cf. Lc 24,13-53). Como ellos, también nosotros podemos compartir con Él nuestro desconcierto, nuestras preocupaciones y nuestras desilusiones, podemos escuchar su Palabra que nos ilumina y hace arder nuestro corazón, y nos permite reconocerlo presente en la fracción del Pan, vislumbrando en ese estar con nosotros, aun en los límites del presente, ese “más allá” que al acercarse nos devuelve valentía y confianza.
3. Y llegamos así al tercer aspecto, el del compartir. Los lugares donde se sufre son a menudo lugares de intercambio, de enriquecimiento mutuo. ¡Cuántas veces, junto al lecho de un enfermo, se aprende a esperar! ¡Cuántas veces, estando cerca de quien sufre, se aprende a creer! ¡Cuántas veces, inclinándose ante el necesitado, se descubre el amor! Es decir, nos damos cuenta de que somos “ángeles” de esperanza, mensajeros de Dios, los unos para los otros, todos juntos: enfermos, médicos, enfermeros, familiares, amigos, sacerdotes, religiosos y religiosas; y allí donde estemos: en la familia, en los dispensarios, en las residencias de ancianos, en los hospitales y en las clínicas.
Y es importante saber descubrir la belleza y la magnitud de estos encuentros de gracia y aprender a escribirlos en el alma para no olvidarlos; conservar en el corazón la sonrisa amable de un agente sanitario, la mirada agradecida y confiada de un paciente, el rostro comprensivo y atento de un médico o de un voluntario, el semblante expectante e inquieto de un cónyuge, de un hijo, de un nieto o de un amigo entrañable. Son todas luces que atesorar pues, aun en la oscuridad de la prueba, no sólo dan fuerza, sino que enseñan el sabor verdadero de la vida, en el amor y la proximidad (cf. Lc 10,25-37).
Queridos enfermos, queridos hermanos y hermanas que asisten a los que sufren, en este Jubileo ustedes tienen más que nunca un rol especial. Su caminar juntos, en efecto, es un signo para todos, «un himno a la dignidad humana, un canto de esperanza» (Bula Spes non confundit, 11), cuya voz va mucho más allá de las habitaciones y las camas de los sanatorios donde se encuentren, estimulando y animando en la caridad “el concierto de toda la sociedad” (cf. ibíd.), en una armonía a veces difícil de realizar, pero precisamente por eso, muy dulce y fuerte, capaz de llevar luz y calor allí donde más se necesita.
Toda la Iglesia les está agradecida. También yo lo estoy y rezo por ustedes encomendándolos a María, Salud de los enfermos, por medio de las palabras con las que tantos hermanos y hermanas se han dirigido a ella en las dificultades:
Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios;
no deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades,
antes bien, líbranos de todo peligro,
¡oh siempre Virgen, gloriosa y bendita!
Los bendigo, junto con sus familias y demás seres queridos, y les pido, por favor, que no se olviden de rezar por mí.
Roma, San Juan de Letrán, 14 de enero de 2025
FRANCISCO
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119 AÑOS DEL «MILAGRO DE LA OLA», REGISTRADO POR EL SANTO CARLO ACUTIS
Este 31 de enero de 2025, la ciudad de Tumaco, al suroeste de Colombia, ha conmemorado el 119º aniversario del milagro eucarístico conocido como el «Milagro de la Ola”. Además, este año la celebración ha sido aún más especial porque el próximo mes de abril será la canonización del joven santo Carlo Acutis que documentó este hecho en su famosa exposición de internet sobre milagros eucarísticos en el mundo.
¿Qué pasó el 31 de enero de 1906?
El 31 de enero de 1906, un terremoto de magnitud 8.8 sacudió las costas del Pacífico y generó un tsunami que amenazaba con arrasar Tumaco. Ante la inminente catástrofe, los habitantes acudieron a la parroquia en busca de la ayuda de los frailes agustinos recoletos Gerardo Larrondo y Julián Moreno. Tras consumir las hostias del sagrario, Fr. Gerardo tomó la Hostia Magna y, con el Santísimo en sus manos, guió a la comunidad hacia la playa. En un acto de profunda fe, elevó la Eucaristía y trazó el signo de la cruz en dirección al mar. La gigantesca ola, que avanzaba con gran fuerza, se detuvo inesperadamente y comenzó a retroceder, salvando así la vida de toda la población.
Carlo Acutis y la difusión del milagro
El joven Carlo Acutis (1991-2006) dedicó parte de su vida a divulgar la importancia de la Eucaristía. Su trabajo incluyó la documentación de milagros eucarísticos, entre ellos el de Tumaco, en una página web que hoy es conocida en todo el mundo. Su canonización durante este Año Santo subraya la importancia y vigencia de la devoción eucarística y la necesidad de transmitir la fe a las nuevas generaciones, tal como lo hicieron los agustinos recoletos hace más de un siglo en Tumaco.
“Que nos libre de nuevas tempestades”
Este año, la Diócesis de Tumaco ha organizado una serie de eventos para conmemorar el milagro que han incluido la adoración eucarística, procesiones y encuentros de reflexión sobre la Eucaristía y su importancia en la vida cristiana. Además, se ha proyectado el un documental ‘El Milagro Eucarístico de la Ola’, dirigido por el padre Hevert Lizcano, y estrenado el año pasado.
«Así como hace 119 años se enfrentó con fe la amenaza del mar, hoy seguimos clamando al Señor para que nos libre de nuevas tempestades»
En un contexto en el que Tumaco enfrenta desafíos como la violencia y el abandono estatal, la comunidad encuentra en este aniversario un recordatorio de que Dios no abandona a su pueblo. Como ha expresado monseñor Orlando Olave, obispo de la diócesis, «así como hace 119 años se enfrentó con fe la amenaza del mar, hoy seguimos clamando al Señor para que nos libre de nuevas tempestades».
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LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR: UN ENCUENTRO CON LA SALVACIÓN
La fiesta de la Presentación del Señor celebra que, desde su infancia, Cristo fue ya el enviado de Dios para salvar a la humanidad a través de la obediencia a Dios, su Padre. Para esclarecer el significado de esta celebración, es particularmente importante la segunda lectura de la carta a los Hebreos. En ella se nos explica que el Hijo de Dios se ha hecho de nuestra misma carne y sangre para poder compadecerse de nosotros, que vivíamos dominados por el demonio a través del temor ante el hecho de tener que morir.
Él asumió la condición humana, sujeta a la muerte, para vencer la muerte y otorgarnos así la salvación. En efecto, la muerte es el gran interrogante que se nos plantea a los humanos. Muchos procuran distraerse y entretenerse para no pensar en ella. Pero debemos tener la valentía de preguntarnos por el sentido de la vida: si en realidad la muerte es la aniquilación total y el fin de la existencia. Me impresiona el modo en que el autor de esa carta describe nuestra situación: somos los que, por temor a la muerte, vivíamos como esclavos toda la vida. Cristo, con su muerte, destruyó al diablo, que mediante la muerte dominaba a los hombres.
La pregunta en torno a la muerte se puede presentar de muchas maneras. Incluso se puede plantear como una pregunta sobre la vida. Hagamos el ejercicio: pongamos a un lado el hecho de que somos creyentes y tenemos esperanza en la vida eterna. Imaginemos que no tenemos a Dios ni lo conocemos. Nuestra vida comienza con el nacimiento y termina con la muerte; nada antes, nada después. Sin duda, se plantearán preguntas como: ¿Para qué nací? ¿Qué hago en este mundo? ¿Qué debo hacer, cómo debo vivir para que mi vida tenga sentido? Por supuesto, también nos podemos preguntar: ¿Para qué vivir si debo morir y, con la muerte, todo se acaba? ¿Para qué el esfuerzo de estudiar, trabajar, formar una familia, educar a los hijos, ser buen ciudadano, si todo acaba en la aniquilación? ¿Solo para dejar un buen recuerdo en la familia que sobrevive o en la comunidad? ¿Solo para tener la satisfacción de morir con la conciencia de haber vivido de modo constructivo? Eso sin duda es valioso, pero ¿es suficiente? ¿Qué valor tienen todas las obras buenas que hacemos si todas quedan como devaluadas por la aniquilación final?
Cristo se ha hecho uno de nosotros para compadecerse de nosotros.
Cristo ha padecido nuestra muerte para vencerla en sí mismo por su resurrección y compartir esa victoria con los que ponemos en él nuestra fe y nos unimos a él en la Iglesia por medio de los sacramentos. Y Cristo vino no solo para vencer nuestra muerte y abrir para nosotros horizontes de eternidad. Él vino también para cargar sobre sí mismo el pecado del mundo, nuestro propio pecado, y de ese modo habilitarnos para recibir gratuitamente el perdón de Dios, que sana y fortalece nuestra libertad para aprender a elegir siempre el bien que nos construye como personas y como sociedad. También eso declara la segunda lectura de hoy: Jesús tuvo que hacerse semejante a sus hermanos en todo, a fin de llegar a ser sumo sacerdote, misericordioso con ellos y fiel en las relaciones que median entre Dios y los hombres, y expiar así los pecados del pueblo. Jesucristo realizó esta obra de salvación en actitud de obediencia y dedicación de sí mismo a Dios.
La presentación que José y María hicieron de su Hijo a los cuarenta días de nacido era un rito propio del primogénito varón. El primer hijo varón pertenece a Dios, según el pensamiento judío, y debe ser consagrado a él. El Hijo de Dios hecho hombre fue consagrado a Dios por sus padres y ese gesto tuvo un alcance mucho mayor del que ellos mismos pudieran atisbar. Esa presentación y consagración a Dios se expresó en la actitud de obediencia a Dios que orientó y guió toda la existencia terrenal del Hijo de Dios. Como dice el profeta Malaquías:
«De improviso entrará en el santuario el Señor, a quien ustedes buscan, el mensajero de la alianza a quien ustedes desean. Miren: ya va entrando, dice el Señor de los ejércitos. Entonces agradará al Señor la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en los días pasados».
Los ancianos Simeón y Ana, que aguardaban la salvación de Israel y prácticamente vivían en los alrededores del templo de Jerusalén, buscaban y esperaban al Señor, y por gracia de Dios lo reconocieron. Esos dos ancianos representan no solo al pueblo de Israel, sino a toda la humanidad que espera y busca un salvador hasta que lo encuentra. Lo peor que nos puede pasar, por supuesto, es que digamos: «Yo no busco ni necesito de un salvador». Se nos aplicaría entonces aquella frase de Jesús: «Yo no he venido a buscar a los justos, sino a los pecadores». No es que haya personas que no necesiten de un salvador. Todos necesitamos ser salvados de la muerte, del pecado y del sinsentido de la vida. Pero hay personas que creen que no necesitan ser salvadas, que piensan que no necesitan de Dios y pueden vivir sin él. Cristo no se impuso a esas personas. Las dejó pasar y se lamentó de que se excluyeran de manera tan lamentable de la salvación. Pero lo mejor que podemos hacer para nuestra propia felicidad y plenitud es reconocer nuestra indigencia, nuestra pobreza, nuestra postración, y agarrarnos a la mano tendida de Jesús, que nos levanta y nos guía.
Las palabras de Simeón a María, la madre de Jesús, expresan de modo contundente la misión de Jesús:
«Este niño ha sido puesto para ruina y resurgimiento de muchos en Israel, como signo de contradicción, para que queden al descubierto los pensamientos de todos los corazones».
Ante Jesucristo hay que tomar una decisión: a favor, para el propio resurgimiento y salvación; o en contra, para nuestra propia ruina y perdición. Ante Jesús podemos pretender indiferencia, pero no podemos ser indiferentes. Jesucristo no es una opción más entre muchas otras; él es el Camino, la Verdad y la Vida. El que cree en él tendrá vida eterna; el que se excluye quedará en tinieblas. Renovemos nuestra fe en él y pongamos en él toda nuestra esperanza.
Mons. Mario Alberto Molina, OAR
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