COMPROMETIÉNDOSE CON EL CUIDADO DE LA CREACIÓN
Con el lema «esperar y actuar con la Creación», la celebración del Tiempo de la Creación de este año hace un llamado a la acción fecunda en defensa de la ecología. Las actividades conmemorativas responden al impulso dado por la encíclica Laudato Si’ del Papa Francisco, mostrando un creciente compromiso de las comunidades de fe en la labor de protección ecológica. Este compromiso va más allá del simple acto de plantar árboles; implica asumir un papel activo en la lucha contra la destrucción ecológica causada por empresas mineras y otros intereses corporativos que dañan el medio ambiente.
Hay esperanza cuando las comunidades religiosas adoptan iniciativas medioambientales como una parte integral de su práctica de fe, enraizada en el amor al Creador. Esa esperanza se traduce en acción cuando estas comunidades se comprometen a poner fin a la destrucción ecológica, trabajando activamente para proteger tanto al planeta como a las personas.
Fiesta de la Creación: Una celebración significativa en el calendario litúrgico
En marzo de 2024, en Asís, se llevó a cabo la iniciativa llamada ‘Kairos Ecuménico’, en la que instituciones ecuménicas globales, organizaciones eclesiales, dicasterios, liturgistas, teólogos y activistas de diversas denominaciones hicieron un llamado para que el cuidado de la creación ocupe un lugar destacado en las celebraciones litúrgicas. Propusieron la designación de un domingo específico como la ‘Fiesta de la Creación’.
Durante la conferencia, se exploró teológicamente esta propuesta a través de una serie de paneles que ayudaron a desentrañar diferentes aspectos del misterio de la Creación, con el objetivo de determinar su posible inclusión en el calendario litúrgico. Los diálogos se inspiraron en el axioma Lex Orandi, Lex Credendi, que destaca cómo la liturgia y la teología se influyen mutuamente. En este contexto, se discutió la propuesta de centrar la celebración en la Creazione (el acto de creación del cosmos por Dios) en lugar de il Creato (el universo creado, el resultado de la Creazione).
“Todas las cosas fueron creadas por Él”, y esto no es un atributo dado al Hijo por nuestra mente, sino que es propio del Hijo, quien en la Trinidad es la “causa intermedia”.
El cardenal Víctor Fernández, teólogo católico y actual responsable del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, destacó la importancia de esta celebración en su ponencia, afirmando: «Podemos decir de Jesucristo que “todas las cosas fueron creadas por Él”, y esto no es un atributo dado al Hijo por nuestra mente, sino que es propio del Hijo, quien en la Trinidad es la “causa intermedia”… La creación es obra de la Trinidad, donde las tres Personas actúan simultáneamente con el poder divino común, pero cada Persona lo hace según su propia identidad personal… Esto se enriquece si pasamos de la Trinidad inmanente a la Trinidad que se manifiesta en la historia, y en esta historia está la encarnación del Hijo… Creación y Redención, por tanto, son inseparables».
Por su parte, la teóloga laica Celia Deane-Drummond, del Instituto de Investigación Laudato Si’ de la Universidad de Oxford, sostuvo que «una vez que la encarnación se entiende en relación con la creación, la obra de la Trinidad tanto en la creación como en la redención sale a la luz… Ese majestuoso himno a la sabiduría es particularmente significativo, [y] proporciona un resumen conciso y comprimido del papel de Cristo en el acto creativo, así como de la dimensión cósmica del misterio pascual».
Aunque la propuesta litúrgica sigue abierta a conversaciones teológicas y a la definición de detalles celebrativos (como la fecha y la adaptabilidad a otros ritos y prácticas litúrgicas), lo importante es el consenso emergente en los diálogos teológicos y litúrgicos. En este sentido, la Conferencia de Obispos Católicos de Filipinas y la Federación de Conferencias Episcopales de Asia (FABC) ya han remitido al Vaticano una carta de apoyo a la celebración de la Fiesta de la Creación.
La obra salvadora de Jesús y nuestro cuidado co-creador
El Papa Francisco afirma: «La salvación cristiana penetra en la profundidad del dolor del mundo, que no sólo afecta a los seres humanos, sino a todo el universo; a la naturaleza misma, oikos del hombre, su ambiente vital. Comprende la creación como “paraíso terrenal”, la madre tierra, que debería ser un lugar de alegría y promesa de felicidad para todos. El optimismo cristiano se fundamenta en una esperanza viva; sabe que todo tiende a la gloria de Dios, a la consumación final en su paz, a la resurrección corporal en la justicia, “de gloria en gloria”» (Mensaje del Papa Francisco para la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación, 2024).
Hay un impacto profundo al entender nuestra respuesta co-creadora: cuidar de la naturaleza es protegerla de la autodestrucción (Laudato Si’, 79). La metodología salvífica de Jesús abarca todo lo creado por Dios, ofreciendo una salvación que ocurre en la belleza y en aquellos que la contemplan (Laudato Si’, 112). Como Iglesia, nuestro papel es hacer que el significado de cuidar el medio ambiente se refleje en nuestros ministerios pastorales, manifestando un compromiso real con proyectos tanto formativos como tangibles. Podemos realizar comprobaciones prácticas: ¿Cuál es la fuente de energía de nuestras iglesias u oficinas parroquiales? ¿Utilizamos energía solar? ¿Estamos involucrados en la resolución de problemas ecológicos que afectan a nuestra comunidad local? ¿Qué prácticas ecológicas personales adoptamos, cuál es nuestro nivel de consumo y cómo manejamos los residuos?
Hacia una celebración transformadora
Las comunidades religiosas deben ampliar la celebración del Tiempo de la Creación, pasando de las prácticas conmemorativas a una praxis de fe comprometida en «actuar» para cuidar de la naturaleza y de las personas, escuchando el clamor de la tierra y el clamor de los pobres. Aunque buscamos un significado más profundo de la «creación», no debemos olvidar que ésta sufre a diario su destrucción. Encontrar la resonancia del cuidado ecológico en los corazones de quienes sufren esta destrucción es fundamental para una celebración verdaderamente transformadora.
Fr. Jaazeal Jakosalem, OAR
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¿QUÉ SIGNIFICADO TIENEN LOS PANECILLOS DE SAN NICOLÁS DE TOLENTINO?
Cada 10 de septiembre, en la festividad del santo agustino, se bendicen y reparten unos panecillos recordando un episodio de su vida.
Está concluyendo el siglo XIII. En el convento agustino de Tolentino, en la región italiana de Las Marcas, vive un religioso ya con fama de santidad en vida. Son muchos los pobres que se acercan a él dada su preocupación por todas las almas, especialmente por las que más sufren.
Nicolás, como así se llama este religioso agustino, sufre sin embargo una pesada enfermedad. Padece fuertes dolores de estómago que sobrellevaba con gran paciencia. Por este motivo, apenas ingiere alimentos.
No obstante, sus superiores le habían ordenado comer alimentos más fuertes que los que solía comer, para fortalecer su cuerpo. No tuvo éxito, pues, aunque fue verdaderamente obediente, su salud continúa debilitada.
Durante la noche, Nicolás de Tolentino tiene una aparición. La Virgen María le da instrucciones de que comiera un trozo de pan mojado en agua y luego se lo comiera. Con eso, asegura María, se curará por su obediencia.
Y San Nicolás se curó. Como gesto de agradecimiento y fidelidad, comenzó a bendecir trozos de pan y a repartirlos entre los enfermos. Los panes benditos del santo agustino curaron milagrosamente a miles de personas, de igual forma que le había ocurrido a él.
Por este motivo, el 10 de septiembre, festividad de San Nicolás de Tolentino, en muchas parroquias se bendicen durante la eucaristía de su fiesta panecillos que después son repartidos a los fieles. Así se recuerda uno de los capítulos más bellos de la vida del religioso agustino.
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NUESTRA SEÑORA, MADRE DE LA CONSOLACIÓN, PATRONA DE LA ORDEN
La Bienaventurada Virgen María es venerada como Madre de Consolación, porque a través de ella «Dios mandó al mundo al Consolador», Cristo Jesús. La participación en los dolores del pasión de su Hijo y en las alegría de su resurrección la ponen en condición de consolar a sus hijos en cualquier aflicción en que se encuentren. Después de la ascensión de Jesucristo, en unión con los Apóstoles imploró con ardor y esperó con confianza al Espíritu Consolador. Ahora, elevada al cielo, «brilla ante el pueblo peregrino de Dios como signo de segura esperanza y consolación» (LG 69).
Al menos desde el siglo XVII, «Madre de Consolación» o «Madre de la Correa» es el título principal con que la Orden agustiniana honra a la Virgen. En 1439 obtuvo la facultad de erigir para los laicos la «cofradía de la cintura». Una antigua leyenda, nacida en el seno de la Orden, narraba que la Virgen se había aparecido a santa Mónica, afligida por la suerte de Agustín, consolándola y dándole una correa, la misma con que después se habrían de ceñir Agustín y sus frailes. De ordinario, la iconografía representa a la Virgen y al Niño en el acto de entregar sendas correas, respectivamente, a santa Mónica y a san Agustín. En 1495 surgió en la iglesia agustiniana de Bolonia la cofradía de «Santa María de la Consolación». En 1575 ambas cofradías se fusionaron en una única archicofradía de la Correa, a la que los papas enriquecieron con abundancia de indulgencias. En los últimos calendarios litúrgicos aprobados se la declara Patrona de la Orden.
La protección de la Madre de la Consolación nos da serenidad y consuelo en las pruebas para que también nosotros podamos consolar a nuestros hermanos.
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