La Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, celebrada anualmente del 18 al 25 de enero, comienza este año 2025 con el lema inspirado en Juan 11,26: «Yo soy la resurrección y la vida… ¿Crees esto?». Preparada por la comunidad monástica de Bose, esta semana ecuménica invita a los cristianos a reflexionar sobre su fe común y a redescubrir su unidad en Cristo. Este año, la celebración se enriquece con la conmemoración del 1700º aniversario del Concilio de Nicea (325 d.C.), un hito en la búsqueda de la unidad y la profesión de fe compartida.
El Concilio de Nicea: una herencia viva
Convocado en una época de diversidad cultural y tensiones teológicas, el Concilio de Nicea marcó un punto de inflexión al establecer un credo común, el Credo Niceno, que subrayó la fe en la Trinidad y en Jesucristo como Hijo de Dios. Esta declaración de fe, revisada posteriormente en Constantinopla (381 d.C.), sigue siendo un símbolo de la unidad cristiana. Este año, la Semana de Oración coincide con otro acontecimiento histórico significativo: la celebración de la Pascua en la misma fecha tanto por las Iglesias de Oriente como de Occidente, un gesto que simboliza la esperanza de una futura unidad plena.
«¿Crees esto?»: Una pregunta que interpela
El pasaje evangélico de Juan 11,17-27 es el corazón de esta semana. En él, Jesús desafía la fe de Marta tras la muerte de su hermano Lázaro. Su declaración, «Yo soy la resurrección y la vida», invita a los creyentes a profundizar en su confianza en Cristo, quien otorga vida más allá de la muerte. Marta responde afirmativamente, reconociendo a Jesús como el Mesías, una profesión de fe que sigue resonando en los cristianos actuales.

En esta semana, los cristianos son invitados a reflexionar sobre esta misma pregunta: ¿Creemos que la resurrección en Cristo nos une a pesar de nuestras diferencias? La respuesta a esta cuestión constituye el fundamento de la esperanza cristiana.
San Agustín: maestro de unidad y esperanza
San Agustín de Hipona, una de las figuras más influyentes en la teología cristiana, es un modelo de promoción de la unidad en la Iglesia. En sus escritos, destaca la acción del Espíritu Santo como fuente de caridad y unidad:
«Este es aquel Espíritu por el que se difunde la caridad en nuestros corazones para que, amando a Dios y al prójimo, cumplamos los mandamientos divinos» (Enarraciones sobre los Salmos, 118, 114, 2).
La caridad, según Agustín, no solo fortalece los lazos entre los cristianos, sino que también los impulsa a buscar la comunión con Dios y entre ellos. En otro de sus textos, Agustín habla de la esperanza como motor de la vida cristiana:
«He aquí que la esperanza nos amamanta, nos nutre, nos afianza y nos consuela en esta afanosa vida. Viviendo en esta esperanza cantamos el Aleluya […] ¡Cómo será la realidad!» (Sermones, 255,5).
La esperanza cristiana, fundamentada en la resurrección de Cristo, alimenta la búsqueda de unidad entre los creyentes y les permite superar divisiones y conflictos.
Celebración ecuménica: un testimonio de fe
La Semana de Oración incluye una celebración ecuménica de la Palabra de Dios que enfatiza tanto la profesión personal («Yo creo») como la comunitaria («Nosotros creemos»). El credo niceno, recitado durante esta celebración, simboliza la fe compartida por las diferentes confesiones cristianas. Asimismo, los participantes intercambian velas encendidas, un signo de la luz de Cristo que ilumina y une.
El Pontificio Consejo para la promoción de la unidad de los cristianos y la Comisión fe y constitución del Consejo Ecuménico de Iglesias elaboran conjuntamente unos materiales para ayudar a la reflexión y para preparar las celebraciones del Octavario.
La Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos 2025 es una ocasión para renovar la fe en Cristo como fuente de vida y unidad. Inspirados por el legado del Concilio de Nicea y por las enseñanzas de san Agustín, los cristianos están llamados a responder al desafío de Jesús: ¿Crees esto?



Entre los participantes estuvieron Fr. Benjamín Miguélez (
El Prior General, Fr. Miguel Ángel Hernández, dirigió unas palabras de aliento y agradecimiento a los secretarios, destacando la importancia de su misión para la vida de la Orden. Además, algunos consejeros generales ofrecieron información sobre asuntos específicos relacionados con la gestión de las secretarías provinciales.
Uno de los temas clave del encuentro fue la optimización de la comunicación interna y la coordinación entre provincias. En este marco, el 28 de enero, los secretarios visitaron el
A la conclusión del encuentro, el Secretario General, Fr. Luciano Audisio, destacaba que «se ha subrayado la importancia de la comunicación y la colaboración dentro de la Orden, promoviendo una gestión eficiente y en sintonía con la misión eclesial».



Una de las mayores contribuciones del P. Puerta fue demostrar la importancia de las abejas en el cultivo del café, una relación vital que respaldó junto con la Federación de Cafeteros. “Cada flor de café necesita ser polinizada por una abeja para que el fruto crezca. Esto muestra la relevancia de las colmenas para nuestra región cafetera”, explicó Fr. Alonso, subrayando cómo la polinización influye directamente en la productividad del café, un pilar económico del país.
Producción sostenible y técnicas modernas
Una práctica con visión de futuro
de D. Juan Manuel de Alarcón, quien analizará cómo los centros educativos agustinianos pueden ser espacios vivos de evangelización en un contexto cultural y social cambiante. Su intervención destacará el carácter propio de estos centros, basados en una pedagogía con Dios como trasfondo, según se recoge en el documento
será una innovadora ponencia-concierto liderada por D. Nico Montero, cantautor reconocido en el ámbito de la música cristiana, que explorará cómo la música puede convertirse en un canal eficaz para transmitir valores y vivencias de fe. Finalmente, la ponencia «Y tú, profe, ¿qué vendes? Actitudes del educador agustiniano», a cargo del P. Isaac Estévez, cerrará el ciclo abordando las actitudes clave que debe adoptar un educador agustiniano. Desde la autenticidad hasta la coherencia en el testimonio de vida, se analizará el impacto del maestro como modelo para los estudiantes.
Más de dos décadas formando educadores
La manifestación de Cristo al mundo
Los Magos: símbolo de búsqueda y fe
La universalidad de la Salvación
Epifanía: una llamada a la conversión

Muchas veces no queda claro por qué. Algunos incluso rechazan a Jesucristo porque lo consideran un personaje de otro tiempo y de una tierra lejana. Algunos argumentan que el cristianismo es una religión extranjera que fue impuesta. Según estas personas, cada pueblo debería tener la religión propia de su cultura. Surge entonces una pregunta obligada: ¿qué ofrece Jesucristo para ser el salvador de toda la humanidad? ¿Por qué todos los pueblos de todos los tiempos encuentran en Jesús y su evangelio la salvación que buscan? Estas preguntas exigen respuestas claras si queremos entender qué es la fe cristiana. Si Jesucristo es el salvador de todos, ¿cuáles son las necesidades universales que padecen los hombres de todos los tiempos y lugares de las cuales nos salva?
Una necesidad es la muerte. Todos somos mortales y algún día moriremos. Este hecho ineludible plantea preguntas. Si nací para morir, ¿qué sentido tiene vivir? Si la muerte es el final de la existencia, ¿qué motivación tenemos para esforzarnos en el bien o en llevar una conducta constructiva? ¿Para qué construir, si al final todo se destruye? La muerte inexorable plantea la pregunta sobre el sentido de la vida. Sin la fe cristiana, la muerte se presenta como el fin definitivo, la aniquilación final. Fuera de la fe cristiana no hay razón para esperar o creer en una vida más allá de la muerte. Sin Jesucristo, toda especulación sobre una existencia posterior es pura fantasía o esperanza ilusoria. Pero Jesucristo asumió nuestra mortalidad humana, murió en la cruz y, por la fuerza de su divinidad, venció a la muerte. Comparte esa victoria con quienes se unen a él por la fe y los sacramentos.
Otra necesidad universal es la libertad humana. Somos libres y responsables de construirnos como personas, pero nuestra libertad es voluble. Tomamos decisiones equivocadas, irresponsables o destructivas, degradando nuestra dignidad y arruinando nuestra existencia y la de los demás. Surge entonces otra pregunta: ¿es posible comenzar de nuevo? ¿Es posible que nuestro pasado irresponsable no destruya el futuro? Jesucristo murió por nosotros y nos mostró el gran amor de Dios que se expresa en el perdón. Su muerte en la cruz nos ha ganado la capacidad de recibir el perdón divino, que nos permite nacer de nuevo espiritualmente y empezar otra vez. Solo en Jesucristo encontramos esa esperanza.
La historia de los Agustinos Recoletos en Argentina comenzó en 1925, cuando tres religiosos dejaron Brasil y España para plantar su carisma en un territorio desconocido. A pesar de los desafíos iniciales, fundaron comunidades en Buenos Aires, Santa Fe y Rosario, sentando las bases de la Vicaría de Argentina.
Con un número reducido de frailes, construyeron templos, iniciaron proyectos educativos y extendieron su misión pastoral. La creación del seminario de Gándara en 1939 marcó el comienzo de su labor formativa, que se consolidó con colegios emblemáticos como el San José y el Agustiniano. Este centenario honra su espíritu de sacrificio, la capacidad de superar
adversidades y la visión de comunidad, mientras renueva el compromiso de continuar su misión apostólica y educativa, llevando su herencia espiritual a las nuevas generaciones con esperanza y dedicación.
El evento inaugural del Centenario tendrá lugar el 18 de enero en la Parroquia de Nuestra Señora de Fátima, en Mar del Plata. La celebración comenzará con una misa solemne presidida por Mons. Darío Rubén Quintana, agustino recoleto y obispo prelado de Cafayate. Este acto marcará el inicio de un año lleno de actividades conmemorativas en cada una de las comunidades.
Himno del Centenario de los Agustinos Recoletos en Argentina
Un legado de fe y servicio
Como ha indicado Fr. Ricardo Daniel Medina, «el centenario de los Agustinos Recoletos en Argentina está llamado a ser un momento de alegría, gratitud y renovación del compromiso con su misión». Es también un recordatorio de que, con la colaboración de todos, el legado de estos cien años puede seguir creciendo y dando frutos en el futuro. «Esperamos que esta celebración sea una ocasión para fortalecer los lazos de fe y comunidad entre todos los que forman parte de esta gran Familia agustino recoleta».





















