CENTENARIO DE LOS AGUSTINOS RECOLETOS EN ARGENTINA: UN ACONTECIMIENTO PARA CELEBRAR
El año 2025 marca un hito muy especial para los Agustinos Recoletos en Argentina, ya que se conmemoran 100 años de su presencia en el país. Este acontecimiento no solo es una ocasión para recordar y agradecer el legado de los muchos religiosos que han desarrollado su misión en estas tierras, sino también, en este año del Jubileo, para renovar el compromiso evangelizador con una mirada de esperanza.
La historia de los Agustinos Recoletos en Argentina comenzó en 1925, cuando tres religiosos dejaron Brasil y España para plantar su carisma en un territorio desconocido. A pesar de los desafíos iniciales, fundaron comunidades en Buenos Aires, Santa Fe y Rosario, sentando las bases de la Vicaría de Argentina. Con un número reducido de frailes, construyeron templos, iniciaron proyectos educativos y extendieron su misión pastoral. La creación del seminario de Gándara en 1939 marcó el comienzo de su labor formativa, que se consolidó con colegios emblemáticos como el San José y el Agustiniano. Este centenario honra su espíritu de sacrificio, la capacidad de superar adversidades y la visión de comunidad, mientras renueva el compromiso de continuar su misión apostólica y educativa, llevando su herencia espiritual a las nuevas generaciones con esperanza y dedicación.
Una inauguración solemne
El evento inaugural del Centenario tendrá lugar el 18 de enero en la Parroquia de Nuestra Señora de Fátima, en Mar del Plata. La celebración comenzará con una misa solemne presidida por Mons. Darío Rubén Quintana, agustino recoleto y obispo prelado de Cafayate. Este acto marcará el inicio de un año lleno de actividades conmemorativas en cada una de las comunidades.
Invitación a participar
El Vicario de la Provincia Santo Tomás de Villanueva en Argentina, Fr. Ricardo Daniel Medina, ha expresado su deseo de que «todos los fieles, alumnos y miembros de las comunidades participen no solo de este evento inaugural, sino también de las múltiples actividades que se llevarán a cabo en las distintas casas de la Vicaría en el país». Cada comunidad organizará eventos que reflejen su historia y particularidades. «Se espera que todos promuevan activamente este hermoso acontecimiento», expresa Medina.
Himno del Centenario de los Agustinos Recoletos en Argentina
Para acompañar la conmemoración del centenario, el Ministerio de Música de la Vicaría de Argentina ha compuesto el himno «Somos peregrinos», inspirado en el lema del Jubileo 2025 «Peregrinos de esperanza». El compositor ha sido Alejandro Ezequiel Manzur, y en la producción musical han colaborador Joaquín Tévez y Juan Marcelo De Biase. La canción estará disponible en Recoletos Music, y se podrá escuchar en la principales plataformas musicales.
Un legado de fe y servicio
La presencia de los Agustinos Recoletos en Argentina ha sido, durante estos cien años, un testimonio vivo de dedicación y compromiso, especialmente, con la vida parroquial y la educación. Su obra perdura en cada una de las parroquias y colegios que han fundado, así como en el corazón de los fieles que han sido tocados por su labor evangelizadora. En la actualidad, hay siete comunidades de Agustinos Recoletos en Argentina, distribuidas en la ciudad de Buenos Aires, Rosario, Santa Fe, Mar de Plata y San Andrés (Buenos Aires).
Además, en los últimos años, dos religiosos argentinos han sido ordenados obispos, Mons. Carlos María Domínguez y Mons. Darío Quintana, que desarrollan su misión episcopal en la Diócesis de San Rafael y en la Prelatura de Cafayate, respectivamente. El Centenario también quiere reconocer el compromiso de tantos laicos que, en parroquias, Fraternidad Seglar, JAR, Red EDUCAR, CEAR y ARCORES llevan adelante la misión de la Orden en Argentina.
Como ha indicado Fr. Ricardo Daniel Medina, «el centenario de los Agustinos Recoletos en Argentina está llamado a ser un momento de alegría, gratitud y renovación del compromiso con su misión». Es también un recordatorio de que, con la colaboración de todos, el legado de estos cien años puede seguir creciendo y dando frutos en el futuro. «Esperamos que esta celebración sea una ocasión para fortalecer los lazos de fe y comunidad entre todos los que forman parte de esta gran Familia agustino recoleta».
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PRIMERA PROFESIÓN: NOVICIADO DESIERTO DE LA CANDELARIA
El sábado 21 de diciembre de 2024, tuvo lugar la ceremonia de profesión religiosa de los tres de los seis jóvenes que concluyen su etapa de noviciado, en el Convento Desierto de la Candelaria, a las 10:00 a.m. La eucaristía fue presidida por el Prior Provincial, fray José David Niño Gómez, OAR. y quienes emitieron sus votos temporales son: fray. Juan Espitia, fray. Zamir Ortiz y fray. francisco Sánchez.
El padre Provincial introdujo la homilía atisbando los inicios de la recolección en aquel lugar hermoso que hoy conocemos como desierto de la Candelaria, y que ha sido un lugar para ellos, los novicios, como tiempo de paz, de oración, llanto y reflexión.
Animó a los nuevos profesos para que, en el marco del adviento, descubran todos los espacios de crecimiento personal, espiritual y comunitario vividos a lo largo de un año en el noviciado. De la misma manera los invitó para que continúen colocando la vida en las manos del Señor y no con la mirada en los talentos y virtudes, sino en el descubrimiento de la trascendencia y la interioridad.
Vivan en la experiencia del auxilio del Señor, en quien se debe depositar la confianza como lo recuerda el Salmo 32, pues debe ser el quehacer de los que hoy reciben la profesión; o como dice el profeta Samuel, “Aquí estoy porque me has llamado”
Por eso el cumplimiento de lo que hoy prometen: Pobreza, Castidad y Obediencia, siempre van en contracorriente a lo que el mundo propone, porque no cuesta nada decir “SI”, sino más bien cuesta en mantenerse en la fidelidad en la respuesta a Dios, la cual se puede conseguir con la humildad y la Oración, mediante el abandono y la confianza en Él. Dios nos hace siempre personas nuevas, capaces de donarnos y regalar la vida en el servicio alegre y sin condición.
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EL AÑO DE JUBILEO 2025: “PEREGRINOS DE ESPERANZA”
El Santo Padre ha abierto la puerta santa de la Basílica de San Pedro, y con ello inicia un Año de Jubileo o Año Jubilar, algo que ocurre cada 25 años. El tema de este Jubileo 2025 es “Peregrinos de esperanza”, pues será un año de esperanza para todo el mundo, que sufre el flagelo de las guerras, los efectos persistentes de la pandemia de COVID-19 y la crisis del cambio climático.
La espera ha terminado: este martes 24 de diciembre de 2024, pasadas las 19:00 (hora local), el Papa Francisco abrió la Puerta Santa en la Basílica de San Pedro, marcando el inicio del Jubileo Ordinario de 2025.
Este acontecimiento histórico estuvo precedido de un momento de oración y de la antífona:
Este evento es el primero de una serie de celebraciones que invitarán a los fieles de todo el mundo a vivir la “experiencia viva del amor de Dios”, como expresó el Papa en la bula de Indicción Spes non confundit, ofreciendo así una esperanza cierta de salvación en Cristo. Más de 6.000 fieles siguieron la ceremonia desde el interior de la Basílica y más de 20.000 en el exterior, a través de las pantallas gigantes instaladas en la Plaza de San Pedro.
El gesto de abrir la Puerta Santa es un rito profundamente significativo, no solo para la Iglesia, sino para todos los cristianos. En palabras del Papa, este es “el momento de un nuevo Jubileo”, un tiempo de gracia que nos llama a la reconciliación, a la conversión y a un renovado encuentro con Dios. La Puerta Santa no es solo un umbral físico, sino un símbolo de la invitación divina a cruzar hacia un nuevo comienzo, un camino de esperanza que se abre ante todos.
Luego de haber pasado el Santo Padre, cruzaron la Puerta Santa los cardenales, arzobispos, obispos y representantes del Pueblo de Dios, procedentes de los cinco continentes, y se dirigieron hacia el Altar de la Confesión. Los miles de fieles y peregrinos que vendrán a Roma hasta el 6 de enero de 2026, fin del Año Santo, podrán hacerlo desde el 25 de diciembre de 2024.
El rito de apertura de las Puertas Santas de las tres restantes Basílicas papales
En los próximos días, según la disposición del Papa Francisco, se abrirán las Puertas Santas de la Basílica de San Juan de Letrán, el 29 de diciembre; Santa María la Mayor, el 1 de enero de 2025; y San Pablo Extramuros, el 5 de enero. Asimismo, por deseo expreso del Santo Padre, el 26 de diciembre el Pontífice abrirá la Puerta Santa en la cárcel de Rebibbia de Roma, para ofrecer a los presos un signo concreto de cercanía, “a fin de que sea para ellos un símbolo que invita a mirar al futuro con esperanza y con un renovado compromiso de vida”, estableció el Sucesor de Pedro en Spes non confundit.
Un año jubilar de esperanza y reconciliación
El Papa Francisco subrayó que este Jubileo Ordinario, que se extenderá a lo largo de 2025, será un Año Santo caracterizado por la esperanza que nunca se extingue. Esta esperanza no solo está dirigida a la vida personal de cada creyente, sino que se extiende a la sociedad en su conjunto, a las relaciones interpersonales y a la promoción de la dignidad de cada persona.
“Que nos ayude también a recuperar la confianza necesaria —tanto en la Iglesia como en la sociedad— en los vínculos interpersonales, en las relaciones internacionales, en la promoción de la dignidad de toda persona y en el respeto de la creación”, pide el Santo Padre en la bula de convocatoria.
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¡CONCÉDENOS TU PAZ, SEÑOR! – JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ 2025
“Perdona nuestras ofensas, concédenos tu paz” es el título del Mensaje del Papa Francisco para el Jornada Mundial de la Paz que la Iglesia celebra el 1 de enero, Solemnidad de Santa María Madre de Dios. Inspirándose en el Año Jubilar, el Papa Francisco quiso subrayar la importancia de la conversión personal para lograr una paz verdadera.
MENSAJE DEL PAPA FRANCISCO
PARA LA LVIII
JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ
1 DE ENERO DE 2025
Perdona nuestras ofensas, concédenos tu paz
- Escuchando el grito de la humanidad amenazada
- Al inicio de este nuevo año que nos da el Padre celestial, tiempo jubilar dedicado a la esperanza, dirijo mi más sincero deseo de paz a toda mujer y hombre, en particular a quien se siente postrado por su propia condición existencial, condenado por sus propios errores, aplastado por el juicio de los otros, y ya no logra divisar ninguna perspectiva para su propia vida. A todos ustedes, esperanza y paz, porque este es un Año de gracia que proviene del Corazón del Redentor.
- En el 2025 la Iglesia católica celebra el Jubileo, evento que colma los corazones de esperanza. El “jubileo” se remonta a una antigua tradición judía, cuando el sonido de un cuerno de carnero -en hebreoyobel– anunciaba, cada cuarenta y nueve años, uno de clemencia y liberación para todo el pueblo (cf.Lv 25,10). Este solemne llamamiento debía resonar idealmente en todo el mundo (cf. Lv 25,9), para restablecer la justicia de Dios en distintos ámbitos de la vida: en el uso de la tierra, en la posesión de los bienes, en la relación con el prójimo, sobre todo respecto a los más pobres y a quienes habían caído en desgracia. El sonido del cuerno recordaba a todo el pueblo -al que era rico y al que se había empobrecido- que ninguna persona viene al mundo para ser oprimida; somos hermanos y hermanas, hijos del mismo Padre, nacidos para ser libres según la voluntad del Señor (cf. Lv 25,17.25.43.46.55).
- También hoy, el Jubileo es un evento que nos impulsa a buscar la justicia liberadora de Dios sobre toda la tierra. Al comienzo de este Año de gracia, en lugar del cuerno nosotros quisiéramos ponernos a la escucha del «grito desesperado de auxilio»[1]que, como la voz de la sangre de Abel el justo, se eleva desde muchas partes de la tierra (cf. Gn 4,10), y que Dios nunca deja de escuchar. También nosotros nos sentimos llamados a ser voz de tantas situaciones de explotación de la tierra y de opresión del prójimo[2]. Dichas injusticias asumen a menudo la forma de lo que san Juan Pablo II definió como «estructuras de pecado»[3], porque no se deben sólo a la iniquidad de algunos, sino que se han consolidado -por así decirlo- y se sostienen en una complicidad extendida.
- Cada uno de nosotros debe sentirse responsable de algún modo por la devastación a la que está sometida nuestra casa común, empezando por esas acciones que, aunque sólo sea indirectamente, alimentan los conflictos que están azotando la humanidad. Así se fomentan y se entrelazan desafíos sistémicos, distintos pero interconectados, que asolan nuestro planeta[4]. Me refiero, en particular, a las disparidades de todo tipo, al trato deshumano que se da a las personas migrantes, a la degradación ambiental, a la confusión generada culpablemente por la desinformación, al rechazo de toda forma de diálogo, a las grandes inversiones en la industria militar. Son todos factores de una amenaza concreta para la existencia de la humanidad en su conjunto. Por tanto, al comienzo de este año queremos ponernos a la escucha de este grito de la humanidad para que todos, juntos y personalmente, nos sintamos llamados a romper las cadenas de la injusticia y, así, proclamar la justicia de Dios. Hacer algún acto de filantropía esporádico no es suficiente. Se necesitan, por el contrario, cambios culturales y estructurales, de modo que también se efectúe un cambio duradero[5].
- Un cambio cultural: todos somos deudores
- El evento jubilar nos invita a emprender diversos cambios, para afrontar la actual condición de injusticia y desigualdad, recordándonos que los bienes de la tierra no están destinados sólo a algunos privilegiados, sino a todos[6]. Puede ser útil recordar lo que escribía san Basilio de Cesarea: «¿Qué cosa, dime, te pertenece? ¿De dónde la has tomado para ponerla en tu vida? […] ¿Acaso no saliste desnudo del vientre de tu madre?, ¿no tornarás desnudo nuevamente a la tierra? Los bienes presentes, ¿de dónde te vienen? Si dices del azar, eres impío, porque no reconoces al Creador, ni das gracias al que te ha dado»[7]. Cuando falta la gratitud, el hombre deja de reconocer los dones de Dios. Sin embargo, el Señor, en su misericordia infinita, no abandona a los hombres que pecan contra Él; confirma más bien eldonde la vida con el perdón de la salvación, ofrecido a todos mediante Jesucristo. Por eso, enseñándonos el “Padre nuestro”, Jesús nos invita a pedir: «Perdona nuestras ofensas» (Mt 6,12).
- Cuando una persona ignora el propio vínculo con el Padre, comienza a albergar la idea de que las relaciones con los demás puedan ser gobernadas por una lógica de explotación, donde el más fuerte pretende tener el derecho de abusar del más débil[8]. Como las élites en el tiempo de Jesús, que se aprovechaban de los sufrimientos de los más pobres, así hoy en la aldea global interconectada[9], el sistema internacional, si no se alimenta de lógicas de solidaridad y de interdependencia, genera injusticias, exacerbadas por la corrupción, que atrapan a los países más pobres. La lógica de la explotación del deudor también describe sintéticamente la actual “crisis de la deuda” que afecta a diversos países, sobre todo del sur del mundo.
- No me canso de repetir que la deuda externa se ha convertido en un instrumento de control, a través del cual algunos gobiernos e instituciones financieras privadas de los países más ricos no tienen escrúpulos de explotar de manera indiscriminada los recursos humanos y naturales de los países más pobres, a fin de satisfacer las exigencias de los propios mercados[10]. A esto se agrega que diversas poblaciones, más abrumadas por la deuda internacional, también se ven obligadas a cargar con el peso de la deuda ecológica de los países más desarrollados[11]. La deuda ecológica y la deuda externa son dos caras de una misma moneda de esta lógica de explotación que culmina en la crisis de la deuda[12]. Pensando en este Año jubilar, invito a la comunidad internacional a emprender acciones de remisión de la deuda externa, reconociendo la existencia de una deuda ecológica entre el norte y el sur del mundo. Es un llamamiento a la solidaridad, pero sobre todo a la justicia[13].
- El cambio cultural y estructural para superar esta crisis se realizará cuando finalmente nos reconozcamos todos hijos del Padre y, ante Él, nos confesemos todos deudores, pero también todos necesarios, necesitados unos de otros, según una lógica de responsabilidad compartida y diversificada. Podremos descubrir «definitivamente que nos necesitamos y nos debemos los unos a los otros»[14].
III. Un camino de esperanza: tres acciones posibles
- Si nos dejamos tocar el corazón por estos cambios necesarios, el Año de gracia del jubileo podrá reabrir la vía de la esperanza para cada uno de nosotros. La esperanza nace de la experiencia de la misericordia de Dios, que es siempre ilimitada[15].
Dios, que no debe nada a nadie, continúa otorgando sin cesar gracia y misericordia a todos los hombres. Isaac de Nínive, un Padre de la Iglesia oriental del siglo VII, escribía: «Tu amor es más grande que mis ofensas. Insignificantes son las olas del mar respecto al número de mis pecados; pero, si pesamos mis pecados, respecto a tu amor, se esfuman como la nada»[16]. Dios no calcula el mal cometido por el hombre, sino que es inmensamente «rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó» ( Ef 2,4). Al mismo tiempo, escucha el grito de los pobres y de la tierra. Bastaría detenerse un momento, al inicio de este año, y pensar en la gracia con la que cada vez perdona nuestros pecados y condona todas nuestras deudas, para que nuestro corazón se inunde de esperanza y de paz.
- Por eso Jesús, en la oración del “Padre nuestro”, establece una afirmación muy exigente: «como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden», después de que hemos pedido al Padre la remisión de nuestras ofensas (cf.Mt6,12). Para perdonar una ofensa a los demás y darles esperanza es necesario, en efecto, que la propia vida esté llena de esa misma esperanza que llega de la misericordia de Dios. La esperanza es sobreabundante en la generosidad, no calcula, no exige cuentas a los deudores, no se preocupa de la propia ganancia, sino que tiene como punto de mira un sólo fin: levantar al que está caído, vendar los corazones heridos, liberar de toda forma de esclavitud.
- Al inicio de este Año de gracia, quisiera, por tanto, sugerir tres acciones que puedan restaurar la dignidad en la vida de poblaciones enteras y volver a ponerlas en camino sobre la vía de la esperanza, para que se supere la crisis de la deuda y todos puedan volver a reconocerse deudores perdonados.
Sobre todo, retomo el llamamiento lanzado por san Juan Pablo II con ocasión del Jubileo del año 2000, de pensar «en una notable reducción, si no en una total condonación, de la deuda internacional, que grava sobre el destino de muchas naciones»[17]. Que, reconociendo la deuda ecológica, los países más ricos se sientan llamados a hacer lo posible para condonar las deudas de esos países que no están en condiciones de devolver lo que deben. Ciertamente, para que no se trate de un acto aislado de beneficencia, que lleve a correr el riesgo de desencadenar nuevamente un círculo vicioso de financiación-deuda, es necesario, al mismo tiempo, el desarrollo de una nueva arquitectura financiera, que lleve a la creación de un Documento financiero global, fundado en la solidaridad y la armonía entre los pueblos.
Además, pido un compromiso firme para promover el respeto de la dignidad de la vida humana, desde la concepción hasta la muerte natural, para que toda persona pueda amar la propia vida y mirar al futuro con esperanza, deseando el desarrollo y la felicidad para sí misma y para sus propios hijos. Sin esperanza en la vida, en efecto, es difícil que surja en el corazón de los más jóvenes el deseo de generar otras vidas. Aquí, en particular quisiera invitar una vez más a un gesto concreto que pueda favorecer la cultura de la vida. Me refiero a la eliminación de la pena de muerte en todas las naciones. Esta medida, en efecto, además de comprometer la inviolabilidad de la vida, destruye toda esperanza humana de perdón y de renovación[18].
Me atrevo también a volver a lanzar otro llamamiento, apelándome a san Pablo VI y a Benedicto XVI[19], para las jóvenes generaciones, en este tiempo marcado por las guerras: utilicemos al menos un porcentaje fijo del dinero empleado en los armamentos para la constitución de un Fondo mundial que elimine definitivamente el hambre y facilite en los países más pobres actividades educativas también dirigidas a promover el desarrollo sostenible, contrastando el cambio climático[20]. Debemos buscar que se elimine todo pretexto que pueda impulsar a los jóvenes a imaginar el propio futuro sin esperanza, o bien como una expectativa para vengar la sangre de sus seres queridos. El futuro es un don para superar los errores del pasado, para construir nuevos caminos de paz.
- La meta de la paz
- Aquellos que emprenderán, por medio de los gestos sugeridos, el camino de la esperanza, podrán ver cada vez más cercana la tan anhelada meta de la paz. El salmista nos confirma en esta promesa: cuando «el Amor y la Verdad se encontrarán, la Justicia y la Paz se abrazarán» (Sal85,11). Cuando me despojo del arma del préstamo y restituyo la vía de la esperanza a una hermana o a un hermano, contribuyo al restablecimiento de la justicia de Dios en esta tierra y me encamino con esta persona hacia la meta de la paz. Como decía san Juan XXIII, la verdadera paz sólo podrá nacer de un corazón desarmado de la angustia y el miedo de la guerra[21].
- Que el 2025 sea un año en el que crezca la paz. Esa paz real y duradera, que no se detiene en las objeciones de los contratos o en las mesas de compromisos humanos[22]. Busquemos la verdadera paz, que es dada por Dios a un corazón desarmado: un corazón que no se empecina en calcular lo que es mío y lo que es tuyo; un corazón que disipa el egoísmo en la prontitud de ir al encuentro de los demás; un corazón que no duda en reconocerse deudor respecto a Dios y por eso está dispuesto a perdonar las deudas que oprimen al prójimo; un corazón que supera el desaliento por el futuro con la esperanza de que toda persona es un bien para este mundo.
- El desarme del corazón es un gesto que involucra a todos, a los primeros y a los últimos, a los pequeños y a los grandes, a los ricos y a los pobres. A veces, es suficiente algo sencillo, como «una sonrisa, un gesto de amistad, una mirada fraterna, una escucha sincera, un servicio gratuito»[23]. Con estos pequeños-grandes gestos, nos acercamos a la meta de la paz y la alcanzaremos más rápido; es más, a lo largo del camino, junto a los hermanos y hermanas reunidos, nos descubriremos ya cambiados respecto a cómo habíamos partido. En efecto, la paz no se alcanza sólo con el final de la guerra, sino con el inicio de un mundo nuevo, un mundo en el que nos descubrimos diferentes, más unidos y más hermanos de lo que habíamos imaginado.
- ¡Concédenos tu paz, Señor! Esta es la oración que elevo a Dios, mientras envío mis mejores deseos para el año nuevo a los jefes de estado y de gobierno, a los responsables de las organizaciones internacionales, a los líderes de las diversas religiones, a todas las personas de buena voluntad.
Perdona nuestras ofensas, Señor,
como nosotros perdonamos a los que nos ofenden,
y en este círculo de perdón concédenos tu paz,
esa paz que sólo Tú puedes dar
a quien se deja desarmar el corazón,
a quien con esperanza quiere remitir las deudas de los propios hermanos,
a quien sin temor confiesa de ser tu deudor,
a quien no permanece sordo al grito de los más pobres.
Vaticano, 8 de diciembre de 2024
FRANCISCO
[1] Spes non confundit. Bula de convocación del Jubileo Ordinario del Año 2025 (9 mayo 2024), 8.
[2] Cf. S. Juan Pablo II, Carta ap. Tertio millennio adveniente (10 noviembre 1994), 51.
[3] Carta enc. Sollicitudo rei socialis (30 diciembre 1987), 36.
[4] Cf. Discurso a los participantes en el Encuentro promovido por las Academias Pontificias de las Ciencias y de las Ciencias Sociales (16 mayo 2024).
[5] Cf. Exhort. ap. Laudate Deum (4 octubre 2023), 70.
[6] Cf. Spes non confundit. Bula de convocación del Jubileo Ordinario del Año 2025 (9 mayo 2024), 16.
[7] Homilia de avaritia, 7: PG 31, 275.
[8] Cf. Carta enc. Laudato si’ (24 mayo 2015), 123.
[9] Cf. Catequesis (2 septiembre 2020): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (4 septiembre 2020), p. 12.
[10] Cf. Discurso a los participantes en el Encuentro “Abordando la crisis de deuda en el Sur Global” (5 junio 2024).
[11] Cf. Discurso a la Conferencia de las Partes en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático ― COP 28 (2 diciembre 2023).
[12] Cf. Discurso a los participantes en el Encuentro “Abordando la crisis de deuda en el Sur Global” (5 junio 2024).
[13] Cf. Spes non confundit. Bula de convocación del Jubileo Ordinario del Año 2025 (9 mayo 2024), 16.
[14] Carta enc. Fratelli tutti (3 octubre 2020), 35.
[15] Cf. Spes non confundit. Bula de convocación del Jubileo Ordinario del Año 2025 (9 mayo 2024), 23.
[16] Discurso X (Tercera colección), Oración, 100-101: CSCO 638, 115. San Agustín incluso llega a afirmar que Dios no deja de hacerse deudor del hombre: «Porque aunque “tu misericordia es infinita”, tienes a bien hacerte deudor con promesas de aquellos mismos a quienes tú perdonas todas sus deudas» (cf. Confesiones, 5,9,17: PL 32, 714).
[17] Carta ap. Tertio millennio adveniente (10 noviembre 1994), 51.
[18] Cf. Spes non confundit. Bula de convocación del Jubileo Ordinario del Año 2025 (9 mayo 2024), 10.
[19] Cf. S. Pablo VI, Carta enc. Populorum progressio (26 marzo 1967), 51; Benedicto XVI, Discurso al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede (9 enero 2006); Íd., Exhort. ap. postsin. Sacramentum caritatis (22 febrero 2007), 90.
[20] Cf. Carta enc. Fratelli tutti (3 octubre 2020), 262; Discurso al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede (8 enero 2024); Discurso a la Conferencia de las Partes en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático – COP 28 (2 diciembre 2023).
[21] Cf. Carta enc. Pacem in terris (11 abril 1963), 113.
[22] Cf. Conmemoración en el décimo aniversario de la “Invocación a la paz en Tierra Santa” (7 junio 2024).
[23] Spes non confundit. Bula de convocación del Jubileo Ordinario del Año 2025 (9 mayo 2024), 18.
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