Hemos recibido una llamada que renueva nuestro ardor como Familia Agustino-Recoleta. Nuestro Prior General, Fray Miguel Ángel Hernández, ha convocado oficialmente a toda la Orden a vivir un Año Misionero durante todo el 2026.
Esta invitación nos llega a través de una circular firmada el 30 de octubre, en la víspera de la Solemnidad de Todos los Santos, recordándonos el vínculo inseparable entre la misión y la santidad.
El lema que nos guiará es una consigna profundamente agustiniana: «Anunciad a Cristo donde podáis».
Misión y Santidad: Dos Caras de un Mismo Amor
La circular del Prior General nos sitúa ante el núcleo de nuestra vocación: la misión no es un apéndice de la fe, sino «la otra cara de la santidad». En un mundo herido, nuestra respuesta debe ser una de santidad evangelizadora.
Como nos recuerda fray Miguel Ángel, ambos conceptos se necesitan mutuamente:
«El misionero es un santo en camino, y el santo es siempre un testigo que anuncia».
Una Misión que Nace en lo Cotidiano
A menudo pensamos en la misión como algo lejano, pero el Prior General ha sido claro en su videomensaje: nuestra vocación misionera comienza aquí y ahora. Se nos pide «abrir los ojos a las necesidades del hermano próximo».
Este Año Misionero es un tiempo de envío concreto para cada una de nuestras comunidades:
- En nuestros barrios.
- En nuestros colegios.
- En nuestras parroquias.
- En nuestros propios hogares.
La consigna es clara y hermosa: «Ser luz allí donde Dios nos ha sembrado».
Apertura Oficial: 7 de Diciembre en Santo Domingo
El pistoletazo de salida para este año de gracia será el 7 de diciembre de 2025.
La apertura se celebrará en un lugar de gran significado para nosotros: Santo Domingo, la tierra donde fue canonizado San Ezequel Moreno, nuestro primer santo agustino recoleto y un faro de ardor misionero.
Aunque la apertura central sea allí, todas las comunidades y presencias de nuestra familia estamos invitadas a unirnos ese día con celebraciones locales, dando inicio a un año de oración, creatividad pastoral y profunda conversión misionera.
Nuestros Gigantes: La «Flor Preciosa» de la Orden
No comenzamos de cero. Hacemos memoria agradecida de esa «flor preciosa» de nuestra Orden: los innumerables testigos y mártires que han vivido esta misión hasta el extremo.
Recordamos a figuras clave como San Ezequel Moreno, Santa Magdalena de Nagasaki, la hermana Cleusa, Ignacio Martínez, Gazpio y tantos otros hermanos nuestros. Ellos nos enseñan con su vida que «la santidad no consiste en hacer grandes cosas, sino en amar mucho». Es en esos gestos pequeños y fieles donde el Evangelio se hace carne.
Un Año para «Salir sin Miedo»
El Año Misionero 2026 es, en definitiva, una llamada a «salir sin miedo», confiando en el poder del Evangelio y viviendo la alegría de ser enviados.
Haciendo eco del Papa Francisco, se nos convoca a ser una «Iglesia en salida», dispuesta a caminar con los más pobres y a encender corazones.
Sabemos que este camino requiere tres pilares, como nos recuerda la circular:
«No hay misión sin conversión, ni anuncio sin oración, ni envío sin comunión».
Como Familia Agustino-Recoleta, aceptamos el reto de ser testigos del Amor en el corazón del mundo. ¡Que María, san Agustín y nuestros santos mártires nos acompañen en este camino!
Videomensaje del Prior General
Junto con la circular, nuestro Prior General, Fray Miguel Ángel Hernández, nos ha dirigido un videomensaje para reforzar esta convocatoria y asegurarse de que el espíritu de la iniciativa llegue a todos.
En el video, nos recuerda que este Año Misionero es un «paso de Dios» por la vida de la Orden para «reaccender el fuego» de nuestro espíritu misionero.
Fray Miguel Ángel hace una aclaración crucial: la misión no es solo para aquellos que «marchan a lugares lejanos». El verdadero desafío es ser misioneros y evangelizadores «en nuestras circunstancias, en el lugar donde Dios nos ha puesto», ya sea con palabras, testimonio o un corazón abierto.
Advierte sobre la «incoherencia» de querer ir lejos mientras cerramos los ojos a las necesidades del hermano que vive a nuestro lado.
La invitación final es clara: que salgamos de 2026 «con el corazón un poquito más inflamado» y más conscientes de que Dios nos pide ser discípulos misioneros en nuestra realidad cotidiana.

