La XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, celebrada en el Vaticano del 2 al 27 de octubre de 2024, ha marcado un hito en el desarrollo de una Iglesia cada vez más sinodal y cercana a las realidades humanas contemporáneas. Bajo el lema «Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión», el documento final de la Asamblea propone un modelo renovado de Iglesia, que se define por el caminar juntos, la escucha recíproca y una misión compartida. Este evento es la culminación de un proceso sinodal que comenzó en 2021, con el objetivo de repensar la estructura y el papel de la Iglesia en un mundo cambiante.
El corazón de la sinodalidad: comunidad y misión
La primera parte del documento final se centra en el concepto de sinodalidad como el modo natural de ser Iglesia. La sinodalidad no solo se refiere a una estructura de gobierno o a una serie de reuniones, sino que es una forma de vivir la fe, que involucra a todos los miembros de la Iglesia, desde los fieles laicos hasta los pastores. Se pone énfasis en que la comunidad cristiana debe ser un «pueblo de Dios» en el que cada miembro pueda aportar, ser escuchado y formar parte activa de la vida eclesial.
La comunidad cristiana debe ser un «pueblo de Dios» en el que cada miembro pueda aportar, ser escuchado y formar parte activa de la vida eclesial.
La Asamblea señaló que una Iglesia sinodal es una comunidad que aprende a caminar junta, tanto hacia adentro, fortaleciendo sus relaciones, como hacia afuera, respondiendo a las necesidades del mundo. Este «caminar juntos» implica un renovado compromiso con la justicia social, la paz y la reconciliación, inspirado en el Evangelio y con el objetivo de ser una luz para toda la humanidad. Además, se destaca que la sinodalidad tiene como finalidad promover una misión que se ejerza de manera corresponsable, donde todos, sin excepción, sean protagonistas del anuncio del Evangelio.
La conversión de las relaciones y de los procesos
Uno de los elementos clave del documento es la llamada a la conversión de las relaciones, tanto entre los fieles como entre las distintas instancias de la Iglesia. Se insiste en la importancia de relaciones basadas en la escucha y el respeto, promoviendo una mayor inclusión de las voces tradicionalmente marginadas, como las mujeres, los jóvenes y aquellos en situaciones de vulnerabilidad social o económica. La sinodalidad implica un esfuerzo consciente para superar las divisiones y fomentar una comunidad eclesial inclusiva y compasiva.
La conversión también se refiere a los procesos de toma de decisiones dentro de la Iglesia. En el texto se subraya la necesidad de adoptar formas de discernimiento comunitario, basadas en la transparencia y la rendición de cuentas, que permitan a la comunidad participar activamente en las decisiones que afectan a su vida y a su misión. El discernimiento se presenta como una práctica fundamental para mantener la fidelidad al Evangelio, evitando que los intereses particulares prevalezcan sobre el bien común.
La sinodalidad implica un esfuerzo consciente para superar las divisiones y fomentar una comunidad eclesial inclusiva y compasiva.
Además, el documento subraya la importancia de una estructura eclesial capaz de garantizar procesos efectivos de consulta y decisión, que reflejen la diversidad de voces y la participación de todos los sectores del Pueblo de Dios. El reto es lograr que las decisiones sean verdaderamente fruto de una escucha profunda y comunitaria, inspirada por el Espíritu Santo.
La espiritualidad sinodal como profecía social
El documento también destaca que la sinodalidad no solo tiene implicaciones eclesiásticas, sino que también es una profecía para la sociedad. En un contexto mundial marcado por el individualismo, la polarización y la desconfianza en las instituciones, la Iglesia se propone como un signo de unidad y un espacio donde las personas puedan experimentar la fraternidad y el apoyo mutuo. La sinodalidad es vista como un testimonio contracultural que busca inspirar nuevas formas de relación humana, orientadas al bien común y al cuidado del planeta, nuestra casa común.
La dimensión social de la sinodalidad tiene el potencial de ofrecer respuestas concretas a los desafíos globales, como la crisis ambiental, las desigualdades económicas y la exclusión social. Al vivir el espíritu sinodal, la Iglesia puede ser un ejemplo de cómo superar las divisiones, mediante el diálogo y la colaboración, creando redes de solidaridad y apoyo que contribuyan a la construcción de una sociedad más justa y equitativa.
La dimensión social de la sinodalidad tiene el potencial de ofrecer respuestas concretas a los desafíos globales.
Próximos pasos y desafíos
Finalmente, el documento concluye que el camino sinodal no se detiene con el cierre de la Asamblea, sino que requiere una aplicación concreta en las comunidades locales. Las parroquias, las diócesis y las conferencias episcopales son llamadas a seguir este proceso de renovación, implementando formas de escucha y participación efectivas que permitan la construcción de una Iglesia más abierta y acogedora. El reto está en transformar la estructura de la Iglesia desde dentro, para que sea coherente con su misión evangélica y capaz de responder a los signos de los tiempos.
El documento final también invita a las comunidades locales a buscar formas creativas y efectivas de formación en la sinodalidad, que permitan a todos los miembros de la Iglesia comprender y vivir este proceso. Se destaca la importancia de la formación en el discernimiento espiritual, para que todos los fieles puedan ser parte activa del proceso de toma de decisiones y contribuyan al crecimiento de la comunidad.
Se destaca la importancia de la formación en el discernimiento espiritual.
El documento final de la XVI Asamblea General del Sínodo de los Obispos representa una invitación a toda la Iglesia a ser verdaderamente sinodal: una comunidad de hermanos y hermanas, diversa pero unida, abierta a la acción del Espíritu Santo y comprometida con la misión de anunciar el Evangelio al mundo. Este momento sinodal se presenta como una oportunidad para redescubrir la identidad comunitaria de la Iglesia y renovar su compromiso con la humanidad, especialmente con los más pobres y marginados. La sinodalidad no es simplemente una metodología de trabajo eclesial, sino una manera de ser Iglesia que refuerza el sentido de pertenencia y corresponsabilidad en la misión común de anunciar el Reino de Dios.