El 8 de diciembre, tuvo lugar la consagración y bendición, del altar de la Parroquia Inmaculada Concepción de Trinidad, Casanare; en ceremonia presidida por Monseñor Héctor Javier Pizarro Acevedo, vicario apostólico de Trinidad y concelebrada por el obispo de Yopal, monseñor Edgar Aristizábal; Fray José David Niño Gómez, prior provincial y varios frailes Agustino Recoletos.
Conozcamos un poco de lo que significa la consagración del Altar y el Templo:
La consagración de un altar
La ceremonia de consagración de un altar no es algo que se vea a diario. Esta ceremonia está llena de simbolismos y enseñanzas para nuestra vida cristiana. Vamos a intentar explicarla un poco para poder aprovecharla de la mejor manera.
Primero que nada, ¿qué es una Consagración de altar?
Se trata de la ceremonia en la cual, mediante un rito solemnísimo, el Obispo bendice y hace digno y sagrado el lugar concreto sobre la cual se ofrecerá el Sacrificio de la Misa. Por medio de estos ritos – decía San Gregorio de Nisa, en el Siglo IV -, una piedra común pasa a ser una mesa santa, un altar inmaculado; dedicado solamente para que en él se celebre el Santo Sacrificio, y que ya no puede tocar el pueblo, sino solamente el Sacerdote y con un religioso temor.
La consagración de los altares data de los tiempos más antiguos y quizás de la época de los Apóstoles. Sabemos con certeza que en el Siglo II, el Papa San Evaristo mandó que todos los altares fueran de piedra; el Papa San Silvestre, en el Siglo IV, no hizo más que renovar esta ley.
Y ¿Por qué se consagran los altares?
El lugar digno y conveniente para el Sacrificio no puede ser una piedra o mesa cualquiera, sino que debe ser una piedra elevada por la consagración a un orden superior.
¿Cuál es la utilidad de la consagración de un altar?
Dice Santo Tomás de Aquino que no es lo mismo un altar sin consagrar que uno consagrado; no sólo por que uno no está bendito y el otro sí, sino porque gracias a la consagración, el altar obtiene una cierto poder o virtud, por el cual se hace apto para el culto, en el sentido de que ayuda a tener mayor piedad y devoción y así estar mejor preparados para recibir la gracia, principalmente durante la Santa Misa.
¿Cómo se lleva a cabo la ceremonia?
La ceremonia tiene tres partes: La lustración del altar, la deposición de las Reliquias y la Consagración.
– La lustración del altar.
Es la parte penitencial de la ceremonia. Tiene como fin purificar el altar, antes de entregarlo al servicio de Dios. Antes de bautizar a los niños, se les prepara el alma mediante los exorcismos, las oraciones y unciones; del mismo modo, el altar es preparado para su consagración con las Letanías de los Santos y la aspersión con el “agua gregoriana”.
Primero se cantan las Letanías de los Santos. Vamos a repetir tres veces la invocación a la Santísima Virgen, pues a Ella se va a dedicar el altar. Se incluye, también, el nombre de los Santos Víctor y Urbano, que son los Mártires cuyos restos van a descansar en el altar. Luego de la mitad de las Letanías, el Obispo se va a poner de pie para bendecir tres veces el nuevo altar, pidiéndole a Dios que se digne: Bendecirlo, santificarlo y consagrarlo.
Luego de las Letanías se rocía el altar con “Agua gregoriana”. Se trata de un agua bendita especial, bendecida por el Obispo, compuesta de agua, vino, sal y ceniza. Se llama “gregoriana” por San Gregorio Magno, quien mandó consagrar los templos paganos de Inglaterra precisamente lustrándolos con agua exorcizada. Primero, el Obispo rocía en silencio toda la mesa y la base del altar; después, sube al altar y, mojando su dedo en el agua gregoriana, hace 5 cruces sobre el altar. Mientras tanto se canta el Salmo 42, que es el que se reza al principio de la Misa, y en el que expresamos nuestros deseos de subir al altar de Dios.
– La deposición de las Reliquias. (que para este Altar y Templo, fueron las de San Ezequiel Moreno y Santa Laura Montoya)
Acabada la aspersión, el Obispo se cambia de ornamentos morados a los de color blanco. Luego se dirige hacia el altar donde esperan las Reliquias de los Santos Mártires que han de descansar en el altar. De allí los trae al presbiterio y las pone en el sepulcro que se ha excavado en la piedra del altar. Durante el traslado se cantan varias antífonas que nos hablan del lugar que merecen y ocupan los Santos junto a Nuestro Señor en el cielo.
El sepulcro será cerrado por una pequeña tapa también de la misma piedra que el altar. Esta tapa del sepulcro quedará unida al altar mediante cemento, cuya mezcla será hecha con “agua gregoriana” y bendecida por el Obispo.
– Consagración del altar.
Habiéndose ya convertido el altar en sepulcro de Mártires, el Obispo unge el altar con el Santo Crisma. Primero hace sobre la mesa del altar 5 cruces, una en el centro y cuatro en las esquinas. Después unge el frente y las uniones de las columnas con las cuatro esquinas. Durante este momento se canta el Salmo 44, que es una profecía que habla de Jesucristo y de su unión mística con la Iglesia.
Terminada la unción se inciensa el altar como en la Misa. Después se quema incienso sobre el altar. Se colocan 5 cruces de cera sobre los lugares de las unciones del altar; encima de estas velitas en forma de cruz se pone incienso. Luego de encenderse estas velitas, mientras se queman, el Obispo invoca, de rodillas, al Espíritu Santo, cantando: “Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciéndelos con el fuego de tu amor”.
Acabada la antífona, el Obispo se levanta y, tras rezar una oración, comienza el canto del Prefacio de consagración del altar. Con esto termina propiamente la ceremonia de Consagración