La celebración de la Epifanía ha sido durante siglos una ocasión de especial importancia en la tradición cristiana. San Agustín de Hipona, uno de los Padres de la Iglesia más influyentes, dedicó varias reflexiones a este misterio, iluminando su significado teológico y espiritual.
La manifestación de Cristo al mundo
El término «Epifanía» proviene del griego ἐπιφάνεια, que significa «manifestación» o «aparición». Para el Obispo de Hipona, la Epifanía celebra la manifestación de Cristo no solo al pueblo judío, sino también a los gentiles, representados en la visita de los Magos.
En su sermón 202, San Agustín afirma: «El día que celebramos, hermanos, no debe ser considerado como un hecho común. Este es el día en que el Salvador del mundo fue dado a conocer a las naciones» (Sermo 202, 1). En este sermón también recalca que los pastores y los magos, provenientes de diferentes contextos, convergen en Cristo como piedra angular: «Los pastores eran israelitas; los magos, gentiles; aquéllos vinieron de cerca; éstos, de lejos; pero unos y otros coincidieron en la piedra angular» (Sermo 202, 1).
Los Magos: símbolo de búsqueda y fe
San Agustín también ve en los Magos un modelo de búsqueda espiritual. En su Comentario al Salmo 72, escribe: «Ellos vinieron de lejos para adorar a quien habían conocido por la fe antes de verlo con sus ojos» (Enarrationes in Psalmos 72, 10). En el sermón 202, refuerza esta idea al describir cómo los magos siguieron la guía de una estrella, una «lengua del cielo» que les hablaba de Cristo: «
Sin poder hablar todavía en la tierra con la lengua, les habló desde el cielo mediante la estrella» (Sermo 202, 2).
La universalidad de la Salvación
Un tema recurrente en los escritos de Agustín es la universalidad de la salvación. En su obra La ciudad de Dios, enfatiza que Cristo es el Redentor de toda la humanidad, uniendo a judíos y gentiles en una sola fe. La Epifanía, al reunir a los Magos de tierras lejanas, simboliza esta unidad.
Agustín declara: «Cristo se reveló a los pastores de Israel y a los sabios de las naciones, mostrando que la salvación es para todos» (De civitate Dei, XVII, 5). En el sermón 203, amplía esta visión al destacar cómo la fe de los gentiles se manifiesta en los magos, quienes, cargados de humildad, reconocieron a Cristo:
«Quizá aquellos pastores, al ser menos culpables, experimentaban más vivamente el gozo de la salvación; los magos, en cambio, cargados con muchos pecados, suplicaban más humildemente el perdón» (Sermo 203, 2).
Epifanía: una llamada a la conversión
La celebración de la Epifanía también es, para san Agustín, una ocasión para reflexionar sobre nuestra propia respuesta a la manifestación de Cristo. En el Sermón 203, advierte:
«No basta con ver la estrella, es necesario seguirla. No basta con conocer a Cristo, es necesario adorarlo» (Sermo 203, 3).
Además, en el sermón 202, Agustín subraya que el cambio de camino de los magos simboliza la conversión: «El cambio de camino es el cambio de vida» (Sermo 202, 4).
La dimensión escatológica de la Epifanía
San Agustín también vincula la Epifanía con la esperanza escatológica. En el sermón 203, señala que los Magos, al adorar al niño Cristo, prefiguraron la adoración de todos los pueblos en el Reino de los Cielos:
«El mundo entero es llamado a la fe desde sus cuatro puntos» (Sermo 203, 3).
Esta visión universalista refuerza el papel central de la Epifanía como un anticipo del plan redentor de Dios.
San Agustín nos ofrece una visión rica y profunda de la Epifanía, que trasciende la simple celebración litúrgica para convertirse en una llamada a la conversión y a la inclusión universal. La manifestación de Cristo al mundo, simbolizada en la adoración de los Magos, es un recordatorio de que la salvación es un don ofrecido a todos los pueblos, y una invitación a caminar guiados por la luz de la fe y la esperanza.